En la autopista Ocumare-Charallave, adyacente a Makro, aún quedan rastros del autobús incendiado la mañana del 24 de enero. Sobre el asfalto se observan restos de cenizas, producto de la combustión de la unidad de transporte público. Mientras tanto, dos familias intentan superar el dolor que causa la muerte y otras ayudan a sus parientes ante el cuadro clínico que los mantiene en un hospital.
Consuelo Padilla Sánchez viajó desde el estado Zulia hasta Miranda para encargarse de su mamá Carmen Coromoto Sánchez (68) y de su hermana Rebeca Castro Sánchez (36), quienes permanecen recluidas en el hospital Victorino Santaella de Los Teques.
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Ambas presentan quemaduras, pero la condición de Rebeca es más complicada: tiene lesiones en ambas córneas y perdió la visión; sufrió quemaduras de tercer grado en faringe, laringe, tráquea y rostro, y permanece intubada en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Rebeca es una persona con autismo.
Estas pacientes necesitan pañales de adulto; jeringas; solución 0,9; gasas; centros de cama; Sulfadiazina de plata en crema y Silvederma en crema. Para cualquier ayuda económica está a la disposición el pago móvil: Banco: Banesco, cédula de identidad 13.371.619, teléfono: 04246944558.
En el accidente, donde resultaron lesionadas madre e hija, murieron Yan Carlos Torres Rodríguez (26), quien trabajaba en una cuadrilla de obreros de la Alcaldía de Caracas, y Clara Elena Domínguez (56), quien vendía café en el terminal de pasajeros de Charallave. En el incidente al menos 10 personas resultaron con quemaduras.
Un olor extraño
Tres pasajeros narraron cómo ocurrieron los hechos a El Pitazo. Contaron que a la altura de la entrada del urbanismo Salamanca empezó un olor extraño, del cual alertaron al conductor, pero no hubo respuesta. “La música del autobús se escuchaba a un volumen alto”, aseguraron.
800 metros antes de llegar a Makro, comenzaron los gritos: “huele a humo, huele a quemado”. “A los segundos llegó un candelazo y fue en ese momento cuando el conductor detuvo la unidad”, recordó uno de los tres testigos que solo se identificó con el nombre de Juan.
El declarante recordó que los viajeros se levantaron desesperados de sus asientos para bajarse del autobús. La puerta posterior no abrió al instante, sino luego de varios golpes, y la principal se congestionó.
“Algunos usuarios se lanzaron por la ventana en medio de su angustia y otros brincaron encima de quienes se cayeron dentro del autobús”, acotó.
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Rebeca Sánchez fue una de esas personas que la multitud sobrepasó. Ella y su madre iban sentadas en los últimos puestos. “Por su condición, mi hermana comenzó a gritar y se cayó. En ese momento muchas personas le pasaron por encima hasta que mi mamá logró rescatarla. Luego se escuchó una explosión”, señaló Consuelo Padilla.
Padilla basa su versión en lo narrado por su mamá. La historia coincide con lo declarado por Juan y los otros dos testigos. En medio del duro trance que está pasando, pide a Dios que su madre y su hermana se recuperen, al tiempo de que hace un llamado a los choferes para que sean más cautelosos al momento de conducir.
En su opinión, las autoridades deben educar a los conductores con talleres de formación. “Estamos hablando de que tienen bajo su responsabilidad la vida de muchas personas”, acotó.