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El director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB resalta que, aunque un régimen sea autoritario, «siempre necesita algún nivel de legitimidad»

Por: La Hora de Venezuela

«Cuando me colocaron esta banda sentí un peso grande; en este momento lo siento», dijo Nicolás Maduro minutos después de que Jorge Rodríguez, su principal operador político y quien preside la Asamblea Nacional oficialista, le pusiera uno de los elementos simbólicos de la Presidencia de la República.

El 10 de enero, en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, Maduro no solo aludió al peso simbólico de la banda presidencial en medio de una profunda crisis política y electoral tras la elección presidencial del 28 de julio, sino que también, de manera implícita, se refirió al peso de una decisión: la de elegir transitar el camino más escabroso en su aspiración por mantener el poder.

«El gobierno de facto de Maduro ocurre en el peor momento de debilidad del chavismo, con contradicciones internas, ausencia de legitimidad popular y el distanciamiento de sus antiguos aliados internacionales. Donde el control y la coerción serán su principal política pública en los próximos meses», comenta a El Pitazo, vía telefónica, Rafael Uzcátegui, sociólogo, director de la ONG Laboratorio de Paz y asesor de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).


El gobierno de facto de Maduro ocurre en el peor momento de debilidad del chavismo

Rafael Uzcátegui, sociólogo, asesor de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos

Maduro se juramentó casi seis meses después de la elección presidencial de la cual no hay resultados detallados que sustenten los dos anuncios del Consejo Nacional Electoral (CNE) que le adjudicaron la victoria, y que, luego, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) convalidó mediante sentencia. Ambos poderes los controla el oficialismo.

Pero ante la ausencia de resultados electorales oficiales, desglosados por mesa y centro de votación, la oposición mayoritaria que lideran María Corina Machado y Edmundo González Urrutia recolectó, junto con la sociedad civil, 25.575 actas de escrutinio impresas por las máquinas del Consejo Nacional Electoral. Estas actas reflejan la victoria de González Urrutia por más de 4.000.000 de votos de diferencia sobre Maduro, según han dado a conocer dirigentes de la oposición desde varias tribunas internacionales.

«Predecir el futuro es complicado, pero sí me preguntas si hoy el Gobierno está en una posición cómoda para mantener su estabilidad en el poder y por un largo plazo, la respuesta es no. Hoy tiene condiciones mucho más complicadas que las que ya tenía antes», destaca a El Pitazo, vía telefónica, Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello (Cepyg UCAB).

Los problemas de Maduro

Semanas antes del acto de juramentación y toma de posesión, en medio de los preparativos oficialistas, las principales figuras de la élite gobernante prometieron llenar 10 avenidas del centro de Caracas para demostrar respaldo popular el 10 de enero.

Pero el día en que se juramentó Maduro no hubo grandes concentraciones en 10 avenidas del centro caraqueño, donde las calles principales estaban vigiladas por efectivos encapuchados y con armas largas de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim).

Desde diciembre, la administración de Maduro optó por aumentar la presencia de militares y policías en las calles de todo el país. «Tenemos pueblo, tenemos Presidencia. Sin pueblo no somos nada. Para nosotros, el pueblo no es un dato, un número», dijo Maduro en su discurso de juramentación.

Para Alarcón, Maduro tiene dos problemas que no son fáciles de resolver, uno de ellos es que carece de respaldo popular mayoritario. «Eso le obliga a mantener el poder por la fuerza y, tarde o temprano, va a tener que utilizar la represión para mantener el poder, porque si tienes a la mayoría de un país que te quiere fuera, la única manera de mantenerte en el poder es por las malas», añadió el politólogo.

Ante la ausencia de resultados detallados por parte del CNE, los datos de las actas de escrutinio divulgados por la oposición mayoritaria muestran que Maduro perdió en los 23 estados del país y Distrito Capital.

Alarcón señala que aunque un régimen sea autoritario, «siempre necesita algún nivel de legitimidad», pero cuando eso no existe en el contexto de un gobierno de facto, el uso de la represión puede convertirse en un «círculo vicioso».


En la medida en que usas la represión contra la gente para poder gobernar, pierdes más legitimidad

Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB

«Porque tienes poca legitimidad y en la medida en que usas la represión contra la gente para poder gobernar, pierdes más legitimidad y en esa medida necesitas utilizar más represión. Eso termina generando una dinámica que es muy inestable», apuntó el politólogo.

De acuerdo con Uzcátegui, la definición del régimen político en Venezuela luego de la juramentación de Maduro es inequívoca. «El 10 de enero generó un consenso: nos encontramos frente a un gobierno inequívocamente dictatorial. Y siendo así tenemos que ser consecuentes con la caracterización», puntualizó.

La Plataforma Unitaria Democrática, alianza de los partidos políticos de la oposición mayoritaria, manifestó el 10 de enero que Maduro y su coalición tuvieron la oportunidad de reconocer que el 28 de julio perdieron el apoyo soberano y así «abrir la posibilidad de reconstruirse desde la oposición».

Pero esa no era una alternativa que el oficialismo considerara. Y en consecuencia, actuaron. «Con la usurpación del poder por parte de Nicolás Maduro, apoyado por la fuerza bruta y desconociendo la soberanía popular expresada contundentemente el 28 de julio, se ha consumado un golpe de Estado en contra de los derechos del pueblo venezolano», alertó el 10 de enero la Plataforma Unitaria Democrática.

Alarcón añade que el segundo problema para Maduro es justamente esa oposición mayoritaria que persiste en la lucha por una transición democrática. «Cuando sumas eso al cuadro de menos legitimidad y más necesidad de represión, todo termina convirtiéndose en algo más complejo y difícil. El 28 de julio deterioró las condiciones de Maduro para gobernar y lo que ocurrió el 10 de enero subraya los elementos que le restan legitimidad y lo ponen en una situación más difícil», apuntó el director del Cepyg UCAB.

Dependencia y fragilidades

Maduro sostiene que su coalición pasó de ser una unión cívico militar a una fusión popular, militar, policial. «No se equivoquen con nosotros», exclamó en su juramentación.

Luego del 28 de julio, en medio de protestas en contra de los resultados anunciados por el CNE, Maduro presumió de la detención de más 2.000 personas, incluidos menores de edad. En ese contexto, los organismos internacionales de derechos humanos calificaron de terrorismo de Estado las prácticas de la administración oficilaista para intentar sepultar lo que sucedió el 28 de julio.

El 9 de enero, un día antes del acto que protagonizó Maduro en la Asamblea Nacional, Machado reapareció en una protesta en la calle, en el este de Caracas, luego de haber convocado una manifestación pacífica dentro y fuera de Venezuela para reivindicar el 28 de julio.

Laboratorio de Paz geolocalizó 77 concentraciones en Venezuela, con una importante participación ciudadana «desafiando el clima de terrorismo de Estado impuetso por las autoridades», según destacó la ONG en su más reciente boletín.

Alarcón señala que no hay duda de que Maduro, luego del 10 de enero, «depende por completo del aparato represivo» cuyo mando militar y policial le ratificó su reconocimiento y obediencia horas después de su juramentación.


El chavismo no tiene todas las condiciones para promover una base de represión total y absoluta contra la sociedad venezolana

Rafael Uzcátegui, sociólogo, asesor de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos

«Si eso le falla, todo se le complica. Si el aparato represivo se le mantiene leal, tiene alguna oportunidad de poder mantenerse en el poder, pero sólo bajo ese supuesto», añadió el politólogo.

Machado fue detenida momentáneamente el 9 de enero, luego de acompañar la protesta en Chacao, en donde reapareció con el dirigente político de Primero Justicia, Juan Pablo Guanipa.

24 horas después del suceso, Machado dijo que funcionarios con armas largas de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) que la detuvieron tenían como objetivo trasladarla a Boleíta, en donde se encuentra la sede de la Dgcim, un lugar que organismos internacionales de derechos humanos califican de centro de tortura, pero súbitamente los efectivos policiales la dejaron en una zona en la vía, con la orden de que se fuera, y le pidieron que para poder hacerlo grabara un video «como fe de vida».

«Me tomó varias horas poder alejarme de la zona y resguardarme nuevamente», dijo Machado en un video la tarde del 10 de enero.

«La retención de María Corina Machado revela que el chavismo no tiene todas las condiciones para promover una base de represión total y absoluta contra la sociedad venezolana, debido a sus actuales frágiles equilibrios internos, y que no tendrían la capacidad material para contener una poblada activada por una chispa de indignación», acotó Uzcátegui.

El asesor de WOLA resalta que, sin subestimar la suficiencia represiva del Gobierno, cree que «su real capacidad se encuentra mermada, tanto por razones materiales como de fisuras en la cadena de mando».

Para Alarcón, el suceso vinculado con Machado «permite varias interpretaciones».

«Creo que hay incoherencias dentro del Gobierno. Ahí hubo una orden y después una contraorden, lo que deja claro que no todo el mundo piensa igual, que no todos están de acuerdo. La pregunta que me hago es por qué los que consideraron inconveniente arrestarla lo consideran inconveniente», añadió Alarcón.

El ministro de Interior y Justicia, Diosdado Cabello, una pieza principal en el aparato represivo de la coalición gobernante, dijo la tarde del 9 de enero que lo que sucedió con Machado se trataba de un «falso positivo».

«Se los garantizo que si la decisión fuera detenerla, ya fuera detenida», dijo Cabello en una concentración del oficialismo.

En el más reciente análisis de escenarios, Laboratorio de Paz incluye que «Maduro teme potenciales traiciones dentro de sus propias filas, por lo que el clima interno actual de la coalición dominante es de paranoia y desconfianza mutua de sus propios integrantes».

En un pronunciamiento la tarde del 10 de enero, González Urrutia exhortó a los miembros del alto mando de la Fuerza Armada Nacional (FAN) a desconocer cualquier orden de la coalición de Maduro, sobre quien dijo «confisca el poder» luego de «consumar un golpe de Estado» y «autocoronarse dictador».

«Lo que queda claro es que el Gobierno no es monolítico y no funciona como una maquinaria donde las decisiones bajan verticalmente, se obedecen y nadie se lleva la contraria; sino que hay desacuerdos», considera Alarcón.

En el oficialismo, la frase «dudar es traicionar», marcada incluso en vehículos blindados de diversos cuerpos de seguridad del Estado, denota el sentido de urgencia agudizado en el seno de la coalición gobernante tras la elección presidencial.


Para los partidos de la oposición esta es una batalla existencial. Si no logran ganarla, posiblemente desaparezcan como movimiento político

Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB

Un nueva fase crítica

En un mensaje difundido el 13 de enero, Machado enfatizó que los venezolanos han llevado la lucha del conflicto político tras el 28 de julio «a su último capítulo, que evidentemente es el más difícil y más peligroso».

«Sabemos que este es el momento más difícil porque aquí nadie se chupa el dedo. Conocemos los riesgos y los hemos asumido», destacó la líder de la oposición.

La tarde del 10 de enero Machado enfatizó que «Maduro consolidó un golpe de Estado». También detalló que Edmundo González Urrutia, quien sostenía que regresaría al país para juramentarse, no podía retornar debido a que las condiciones no eran las adecuadas.

«En su paranoia delirante, el régimen no solo ha cerrado el espacio aéreo de Venezuela, sino que ha activado todo el sistema de defensa aérea. Hemos decidido que no es conveniente que Edmundo ingrese a Venezuela. Su integridad es fundamental para la derrota final del régimen», expresó Machado en su mensaje difundido el 10 de enero.

Horas antes, la Plataforma Unitaria Democrática, en su pronunciamiento por la juramentación de Maduro, resaltó que comenzaba en el país «una nueva fase en la lucha por la democracia y la libertad en Venezuela».

«Debemos hacer sentir una conducta de resistencia democrática permanente y activa, hasta que se respete la Constitución y la soberanía popular», enfatizó la coalición de partidos opositores.


Para Uzcátegui, «el 28 de julio comenzó la fase terminal del bolivarianismo».

«Puede durar semanas o meses, pero fase terminal al fin. Las organizaciones políticas y sociales deben encontrar la manera de continuar trabajando a pesar del empeoramiento de las circunstancias. Pero el pueblo venezolano, de manera mayoritaria, está decidido a cambiar, y esa es la principal razón para la esperanza», precisó el también defensor de DD. HH.

De acuerdo con Uzcátegui, el desafío más urgente de la dirigencia política opositora, en medio de la resistencia pacífica, se centra en «fortalecer sus estructuras de militancia y toma de decisión interna en medio de un funcionamiento signado por la clandestinidad».

«Encontrar una forma organizativa no vertical y no centralizada que obstaculice los golpes represivos, pero que sea eficaz para darle organicidad y sentido, bajo una estrategia común, a diferentes sectores», detalló Uzcátegui.

El excoordinador de la ONG Provea cree que, en el caso de la sociedad civil, un reto urgente es acortar la distancia con los partidos políticos «para ser parte de ese dispositivo político mayor; una suerte de frente nacional de resistencia».

El director del Cepyg UCAB advierte que el oficialismo hace un gran esfuerzo para tratar de normalizar la situación del país y para eso intenta generar divisiones, con una agenda electoral, entre la oposición mayoritaria que lideran Machado y González Urrutia.

«Buena parte de la oposición sabe que va a ser casi imposible competir en una elección este año porque la gente no tiene ánimo de votar hasta que no se termine de resolver el problema del 28 de julio. Para los partidos de la oposición esta es una batalla existencial. Si no logran ganar en esta batalla, posiblemente desaparezcan como movimiento político», puntualizó el politólogo.


El 10 de enero generó un consenso: nos encontramos frente a un gobierno inequívocamente dictatorial

Rafael Uzcátegui, sociólogo, asesor de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos

Alarcón cree que es esencial e imprescindible para la oposición «movilizar a la gente en protestas que no sean violentas para que puedan contar con la participación de la mayoría de las personas».

«Es interesante lo que pasó el 9 de enero. La gente salió pacíficamente y no hubo una represión generalizada. La oposición tiene que buscar que el rechazo a un gobierno que toma el poder de facto, sin haber ganado la elección o sin haber demostrado que ganó, termine de alguna manera siendo posible», agregó.

Uzcátegui subraya que integrantes de factores políticos, así como de la ciudadanía y sociedad civil organizada o no, deben tener presente que el contexto actual no es el de una democracia y actuar en consecuencia.

El activista de DD. HH. incluso sugiere traer al presente cómo operó la resistencia de Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV), en la clandestinidad bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, «para ver qué podemos adaptar a nuestras circunstancias actuales».

«Debemos actuar de maneras diferentes de cómo lo haríamos en un contexto democrático. La detención de Enrique Márquez sugiere que el foco represivo se pondrá sobre cualquiera que tenga capacidad organizativa y de influencia sobre otros», añadió.

Dentro y fuera de Venezuela

El 10 de enero no solo trajo consigo costos internos para Maduro, sino también externos. El Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) anunciaron medidas contra funcionarios de la administración de Maduro.

Pese a que Maduro sostiene que quienes pretenden ignorar al oficialismo como una «fuerza política determinante», dentro y fuera de Venezuela, subestiman su coalición, el panorama interno y externo luce con muchas complejidades para la «normalización» a la que aspira la élite gobernante.

El jueves, la agencia internacional de noticias Bloomberg, reportó que asesores del presidente electo de EE. UU., Donald Trump, preparan una «amplia estrategia» de medidas para «presionar a Venezuela e Irán».

Para Uzcátegui, el Gobierno está en un momento estelar de debilidad, «pero pudiera recuperarse», y será importante lo que la comunidad internacional decida hacer en estos primeros meses «para no condenar la situación de Venezuela a ser una crisis olvidada».

«Estoy de acuerdo con que debido al fraude electoral más escandaloso de la región, el gobierno de Nicolás Maduro debe ser castigado por la comunidad internacional, y que el debate no debería ser sobre si se aplican medidas o no, sino cómo esas medidas tienen un foco estratégico que finalmente genere divisiones a lo interno de la coalición dominante», detalló el investigador de WOLA.

El sociólogo añade que «las mismas incertidumbres presentes en el campo democrático están también del lado del chavismo». «Varias de sus figuras subalternas siguen pensando sobre qué lugar pudieran tener en la Venezuela del mañana, cuando ya no esté Nicolás Maduro».

El 9 de enero, el presidente chileno Gabriel Boric nuevamente dejó clara su perspectiva sobre la caracterización del régimen de Maduro. «Soy una persona de izquierda y desde la izquierda política les digo: el gobierno de Nicolás Maduro es una dictadura».

El director del Cepyg UCAB resalta que la disposición de la comunidad internacional está estrechamente vinculada con lo que suceda dentro de Venezuela.


Hay un juego que está en proceso y el resultado final depende de cómo juegue cada quien

Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB

«Hay que entender que la comunidad internacional seguramente seguirá acompañando, pero lo hará en la medida en que desde Venezuela se haga algo para cambiar la situación del país. No es al revés. Esperar que otros hagan lo que nosotros no estamos dispuestos a hacer no es realista», agregó Alarcón.

En su rol de liderazgo, Machado enfatizó el 10 de enero que Maduro no se puso la banda en el pecho, «se la puso en el tobillo como un grillete que cada día le apretará más».

La líder de la oposición está segura de que Maduro «no podrá gobernar por la fuerza a una Venezuela que decidió ser libre». En su último mensaje, Machado habló de prepararse físicamente, mentalmente y, sobre todo, espiritualmente para el «último round».

«Ninguno de estos procesos es irreversible. Todo depende de lo que hace cada parte; es como ver en pleno proceso un juego de ajedrez, donde quien va a ganar y quién va a perder depende de cómo juegue cada quien. En la medida en que aceptemos que hay un juego que está en proceso y que el resultado final depende de cómo juegue cada quien, así podemos estar en una posición más real», precisó el director del Cepyg UCAB.

Entre el 9 y el 10 de enero, la sociedad venezolana experimentó diversas emociones en medio de las tensiones por los sucesos que marcaron ambos días. Dentro y fuera de Venezuela existe la certeza de que la crisis política no cayó en un punto muerto por elección de una coalición dominante, sino que aún queda por ver si en una situación límite, Maduro soportará el peso de su decisión el 10 de enero.

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