Tres meses han transcurrido desde que fue reabierta la frontera de Venezuela con Colombia para vehículos y comerciantes. La expectativa de trabajadores y gremios era de volver a tener la actividad económica que caracterizaba esta zona del país; sin embargo, la realidad es otra

“La expectativa era enorme”, comenta Laura Manzano, vendedora de ropa en San Antonio del Táchira, municipio Bolívar, colindante con La Parada, en el Norte de Santander, Colombia. Luego de siete años sin que transitaran carros por el pueblo, la esperanza de volver a tener compradores colombianos retornó cuando los presidentes Gustavo Petro, de Colombia, y Nicolás Maduro, de Venezuela, anunciaron el restablecimiento de las relaciones comerciales y el paso vehicular.

Para ella, inevitablemente la expectativa era grande. Los años de cierre de frontera y de sólo paso peatonal la llevaron a convertir su tienda de ropa en un espacio donde también ofrecía agua, refrescos y chucherías para obtener ingresos y mantener su negocio abierto. El 1 de enero de 2023 comenzó el paso de vehículos y la situación no mejoró.


Creíamos y confiábamos en que la reapertura sería maravillosa, pero, lamentablemente no fue así. La gente pasa por aquí directo a Cúcuta, a comprar todo allá más económico. No tenemos cómo competir porque aquí todo es más caro

Laura Manzano, comerciante

“Sigue insostenible. San Antonio es un pueblo fantasma desde hace años y lamentablemente continúa así. Creíamos y confiábamos en que la reapertura sería maravillosa, pero no fue así. La gente pasa por aquí directo a Cúcuta a comprar todo más económico allá. No tenemos cómo competir porque aquí todo es más caro. Mucha gente cerró”, explicó la joven de 27 años.

San Antonio del Táchira fue una ciudad de paso durante los siete años de cierre de frontera. Quienes llegaban allí lo hacían para cruzar a Cúcuta y comprar o irse definitivamente de Venezuela. Eso llevó a que más del 90 % de los comercios cerraran, según cifras de la Asociación de Comerciantes de Bolívar.

Cuando Manzano fue consultada aseguró que el lado venezolano no tiene actualmente nada qué ofrecerles a los turistas colombianos. No hay espacios públicos, locales o tiendas llamativos, y los servicios de agua y electricidad fallan de manera constante.

Ganaderos sin comercializar

Aunque el intercambio comercial entre ambos países también fue uno de los anuncios de los mandatarios, el presidente de la Asociación de Ganaderos del Táchira (Asogata), Edgar Medina, precisó que la comercialización de las proteínas no se realiza en igualdad de condiciones. Desde Colombia logran ingresar las carnes a territorio nacional, pero los productores locales no pueden hacer lo mismo.

El problema es que los productores colombianos tienen certificado de fiebre aftosa; mientras que los venezolanos no. “Se nos coloca en una competencia desleal porque ellos –los colombianos– sí pueden traer las carnes, pero nosotros no podemos llevarlas”, indicó Medina.

Venezuela no tiene el certificado de estar libre de fiebre aftosa debido a que el ente internacional que regula esta materia no ha emitido la documentación que avale que las proteínas cuentan con la garantía correspondiente. Medina explicó que no disponen de los índices que les permitan obtener el documento, pese a que demostraron que desde hace cinco años no hay fiebre aftosa en el país.

El Gobierno colombiano prohíbe el ingreso de carne venezolana, ni en pie ni despostada (descuartizada), hasta que los ganaderos tengan la certificación; por tanto, no pueden comercializar la carne con Colombia. A esta limitante se suma que desde el país neogranadino sí es posible el ingreso de proteínas a Venezuela, lo que los pone aún más en desventaja porque Asogata asegura que tiene la capacidad de garantizar el alimento a gran parte del país.


Es una competencia desleal porque ellos –los colombianos– sí pueden traer las carnes, pero nosotros no podemos llevarlas

Edgar Medina, presidente de Asogata

Sin atractivos

El analista de temas de fronteras y exalcalde del municipio Bolívar, William Gómez, coincidió con la joven Manzano sobre las expectativas que tenían los comerciantes en general en el eje fronterizo. Luego del anuncio de los presidentes de Colombia y Venezuela hubo personas que reabrieron sus locales con la ilusión de bonanza en el pueblo.

Gómez cataloga de “estancada la economía fronteriza”, que muchos esperaban aumentara. Quienes llegan desde otros municipios del Táchira a San Antonio pasan directo en sus carros o en el transporte público hasta Cúcuta, sin hacer paradas en la zona. También considera que la falta de producción nacional influye directamente en la poca movida económica.

“Aquí observamos que los mismos productos que traen de Colombia son los que les intentan vender a los colombianos que podrían venir al país. Los visitantes no tienen ninguna fuente de atractivos en el lado venezolano para comprar, porque no van a venir a llevar alimentos originarios de Colombia y que, de paso, aquí son más caros”, expresó.

Para Gómez, mientras no haya producción nacional de bienes que puedan ser atractivos para los visitantes, no habrá nada qué ofrecer. Cree, además, que si hay un cambio significativo en los sectores de gastronomía, hotelería y turismo podría haber mejoría; sin embargo, ninguno de estos tres servicios han sido impulsados.

Y aunque el destino final de los colombianos no fuese San Antonio del Táchira, la realidad al salir del municipio Bolívar es de vialidad en mal estado, aunque con cortos trayectos asfaltados, falta de iluminación y señalización, y especialmente la carencia de combustible. El 29 de marzo, El Pitazo hizo la ruta de San Antonio a San Cristóbal, la capital, y ninguna de las cuatro estaciones de servicio en la vía estaban abiertas.

Otros sectores paralizados

El exalcalde del municipio Bolívar describió otras situaciones que resultan negativas para la reactivación económica y turística de la frontera: el prolongado cierre del aeropuerto Juan Vicente Gómez, desde donde siete años atrás salían viajeros directo a la isla de Margarita a pasar vacaciones.

De igual manera, la imposibilidad del transporte público para llegar al terminal de pasajeros. Antes de la pandemia de COVID-19, las líneas extraurbanas entraban a la localidad con personas de todo el país que, al llegar al puerto terrestre, incentivaban el uso de taxis e incluso pernoctaban en el pueblo.


Los visitantes no tienen ninguna fuente de atractivos en el lado venezolano para comprar, porque no van a venir a llevar alimentos originarios de Colombia y que, de paso, aquí son más caros

William Gómez, exalcalde de Bolívar

Otro factor que Gómez considera determinante es la reactivación de las casas de cambio, pues las personas deben cruzar los puentes internacionales y realizar las transacciones en el lado colombiano, por lo que ese sector continúa paralizado por completo.

Sobre el sector gastronómico, en San Antonio existen restaurantes nuevos y con decoraciones modernas e innovadoras; sin embargo, la falta de clientes pudiese ocasionar su cierre. “Mi local está en una buena ubicación, entrada al centro, pero ya el centro está muerto. Las puertas y santamarías cerradas, entonces poca gente pasa por aquí”, indicó Maura Ramírez, dueña de un establecimiento.

El centro de San Antonio es poco visitado, desolado y con negocios cerrados. Los pocos que se ven abiertos ofrecen alimentos, refrescos, chucherías y hasta frutas colombianas. Hay carteles de alquiler en unos y otros con anuncios de “liquidación total”.

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