Por Luis Fernando Araujo
Las neveras, las lavadoras y la velocidad del internet no son las únicas afectadas por los bajones eléctricos. Hay venezolanos cuyas vidas dependen en gran medida de la estabilidad energética.
En El Pitazo recibimos cientos de denuncias de los principales problemas que afectan al país. Fallas en la distribución de gas, gasolina o las bolsas clap son algunas de las más comunes. Entre los mensajes, también encontramos historias que ponen en evidencia la gravedad de estas situaciones que, en muchas oportunidades, ya parecen cotidianas.
Esta semana recibimos la historia de una niña en Táchira que está conectada a aparatos médicos para poder vivir, por lo que cada corte eléctrico afecta su salud. Su identidad está bajo resguardo.
«Su vida desde hace dos años depende de estos aparatos. Ella está en el estado Táchira y ahora los cortes son más de siete veces al día», denunció un oyente de nuestro programa de radio.
Situaciones como esta se repiten en todo el país. El 17 de marzo ciudadanos en el Zulia protestaron para rechazar los continuos cortes eléctricos en la región. Calificaron de «criminales» los planes de corte aplicados por Corpoelec.
Estos racionamientos eléctricos en Zulia habían disminuido hasta mediados de febrero cuando se hicieron más constantes y duraderos.
Incluso la capital padece las fallas de este servicio. En Caracas, vecinos de San Juan reclamaron luego de estar cinco días sin luz. Denunciaron que sin electricidad, los niños no pueden dormir bien.
A pesar de que a comienzos de año el ministro de Energía, Néstor Reverol, anunció el despliegue de drones en las instalaciones del Sistema Eléctrico Nacional para mejorar su vigilancia, el 6 de marzo declaró que hubo «un nuevo ataque a la red».