Por: Pedro Arturo Moreno
“Pero los tiempos son oscuros,
las costumbres corruptas
y hasta el derecho a la crítica,
cuando no lo ahogan las medidas de censura,
está expuesto al furor popular”.
Umberto Eco
A paso de cangrejo (2006)
El largo primer semestre de 2022 será recordado por la insurgencia de los trabajadores en su ardua lucha por la supervivencia, casi en la misma medida que recordaremos la cuasi desaparición de la unidad partidista opositora de la escena nacional, salvo que contemos como acción política el grito destemplado y poco sonoro sobre primarias.
La virtud de la preponderancia de la lucha laboral es que ha puesto el acento en cuestiones fundamentales de contenido sobre las políticas sociales y económicas que la dictadura quiere vender como soluciones a la crisis, como vía para la “normalización” del país.
Insistiendo principalmente en la reivindicación de un salario con la capacidad adquisitiva que mandata el artículo 91 constitucional, millares de trabajadores se han levantado contra las condiciones de ignominia que el régimen quiere imponer como norma, no solo en la administración pública, sino en general en toda la economía.
Con una burda estrategia de engaño y demagogia —luego de haber desaparecido el salario de los empleados públicos durante más de tres años—, Maduro “sube” en marzo el salario mínimo a 30 dólares mensuales (130 bs.) que hoy apenas significan algo más de 16. Y, obligado por las protestas y movilizaciones cada vez más nutridas, tiene que echar para atrás su intención de fraccionar el bono vacacional y recreacional de los funcionarios públicos.
Aunque lo pagó mocho e incompleto, pues no abarcó todos los sectores y se guio por el odiado instructivo ONAPRE, la propia guillotina de un principio fundamental de las relaciones laborales: la progresividad e intangibilidad de las conquistas reivindicativas.
Frente a ese logro parcial de la lucha contestataria, el régimen apela de nuevo a la megadevaluación del bolívar sobre la base de crear dinero inorgánico, aunque tenga un “dinerito” escondido que solo usaría para sus negocios turbios o para atender la deuda externa, nunca para respaldar la emisión de los bolívares con que pagó a educadores y trabajadores de la salud.
Por otra parte, acompañando está devaluación y con la aviesa intención de desmovilizar y desmoralizar la lucha callejera, el tribunal supremo de justicia (las minúsculas se las ha ganado muy bien) hace gala de su obsecuencia hacia el Ejecutivo y —con una sentencia muy kafkiana— rechaza uno de los recursos de nulidad del instructivo ONAPRE y expresa que este mamotreto es inexistente, pues los actores del recurso se olvidaron de consignar una copia.
Deja claro el t.s.j. que en leguleyismo le lleva una morena a muchos interlocutores que aún depositan alguna confianza en que de allí salga algo que en verdad se aproxime a la justicia, más que al Derecho, el cual se presta a las mil y una marramucias, de forma y de fondo.
La lucha por un trabajo digno, tanto para el propio trabajador como para el engrandecimiento de la producción nacional —con el reconocimiento de toda la cobertura social que obligan la Constitución, las leyes y los convenios internacionales—, debemos asumirla con un profundo y amplio sentido político.
El sindicalismo, además de obligarse a construir una amplia unidad, combativa, clasista y democrática, debe erigirse por encima de sus debilidades y miserias para encarar el drama tan complejo que vive el pueblo venezolano.
No podemos ponernos gríngolas que nos obliguen a ver la lucha social y económica separada de la urgencia política de un cambio general para el país. La crisis de Venezuela tiene una connotación histórica que no se reduce a estas dos décadas de involución en todos los aspectos. La degradación es social, económica, moral, institucional. Afecta grandemente a todo el colectivo social y pone en riesgo hasta nuestra condición de República soberana e independiente.
Las luchas por hacer respetar la libertad sindical, la contratación colectiva, el derecho a sindicación, y por conquistar la seguridad social integral y un salario ajustado, a lo menos, a la canasta básica, son cuestiones sumamente importantes. Nos hablan de la posibilidad de vivir con algo de dignidad como seres humanos. Ellas son el centro del pliego de demandas que debe unificar en un solo torrente las iniciativas de todos los sindicatos y gremios, corrientes, intergremiales, espacios unitarios, encuentros, etcétera.
Pero esto no es suficiente. Mi abuelo Eleazar Balza —prohombre de Jajó, pueblito de montaña en Trujillo— decía que “a quien mucho puede dar, mucho hay que pedir”.
Los llaneros, por su parte, se vanaglorian al decir que “son del tamaño del compromiso” que tengan por delante. Poder y saber conjugar las exigencias económicas y sociales con la conquista de una sociedad donde impere el respeto a los derechos ciudadanos, las libertades públicas y una democracia avanzada, es algo que debemos pedirles a quienes deseen dirigir las luchas de los trabajadores.
El sindicalismo venezolano sigue en mora. Pero no solo por no haber renovado su dirigencia. Esto pudiera resolverlo con facilidad, si hay la voluntad de cubrir está falta y el deseo y la prioridad de verlo fortalecido en su autonomía y en su capacidad de llevar alegría y felicidad a los corazones de las familias proletarias.
La mayor deuda del sindicalismo en el país —y en general en el mundo— es convertirse en actor fundamental de los cambios que está exigiendo la sociedad.
Algunos atisbos de asumir la lucha obrera con un sentido de grandeza social y política ha habido en los últimos años. Pero no han prosperado porque se ha impuesto la grisura en la acción sindical. La reconstrucción de Venezuela requiere que los trabajadores nos pongamos en primera fila tanto en la acción práctica como en la escogencia de los derroteros que nos permitan salir de este atolladero.
La estafa chavista trastocó las posibilidades de atender la crisis en sus reales raíces. El boom petrolero de comienzos de siglo brindó la posibilidad al engañoso populismo de mostrarse generoso hacia los venezolanos. Pero el rentismo vive en espasmos y la debacle madurista fue la consecución obligada.
No se han comprendido las potencialidades de que con el trabajo podamos construir una sociedad de productores libremente asociados. La posibilidad de que la satisfacción de las imperiosas necesidades humanas vaya de la mano con la apertura de las alamedas de una verdadera libertad sin restricciones, sin discriminaciones, sin explotación de unos por otros. De pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad.
INVITACIÓN. El próximo martes 6 de septiembre, a las 5 pm, el Frente Amplio Venezuela Libre, capítulo estado Bolívar, realizará un foro-chat “Los trabajadores y el programa alternativo frente a la crisis”. Los organizadores tuvieron la generosidad de ponerme como ponente introductorio. (https://chat.whatsapp.com/C6GPoKV9bLO5mAJFPgRNvj)
PEDRO ARTURO MORENO | @pedroxmoreno / instagram: pedroxmorenobr
Secretario Ejecutivo de la CTV, responsable de DDHH. Trabajador gráfico: corrector de pruebas y editor
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