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jueves, 28 marzo, 2024

Tareck El Aissami: apuntes sobre una de las patas de la mesa que soporta a Maduro

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Partamos de este punto. Año 2017: temporada de protestas contra Nicolás Maduro. El planteamiento de un sector de la oposición, en conversaciones con el gobierno de Donald Trump, era debilitar una de las patas de la mesa que soportaban al régimen madurista.

Las patas eran: el ministro de la Defensa, general Padrino López; Diosdado Cabello; los hermanos Rodríguez en combo con Cilia Flores y otras personas cercanas a Maduro, y nuestro personaje de hoy, Tareck El Aissami, vicepresidente de la República.

La hipótesis planteaba que con tan solo quitar una de las patas de la mesa, el régimen cedería.

Se hicieron intentos de captar a Padrino López, coqueteo que se extendió hasta el 30 de abril de 2019, con el fallido intento de alzamiento militar. Con Diosdado Cabello se sabía muy difícil cualquier acercamiento. En ese entonces, los hermanos Delcy y Jorge dependían mucho de su relación con Cilia y Maduro. Contaban con poca autonomía de vuelo. Les faltaba el roce europeo y los acercamientos a Chevron que ahora tienen.

Finalmente, con El Aissami no había seducción, sino una sanción del Departamento de Estado, sobre la cual pensaban que lo obligaría a negociar con las autoridades de EE. UU. La medida de marzo de 2017 afectó también a su aliado desde la época de dirigente estudiantil en la Universidad de Los Andes, Samark López Bello.

Pero El Aissami radicalizó su discurso antiimperialista, que lo llevó a incrementar más su poder en la nomenclatura oficialista, aquel que comenzó a abonar en 2003, cuando Hugo Chávez lo llamó a formar parte de su gobierno.

Todavía como vicepresidente, en 2018 El Aissami comandó dos operaciones para perseguir delitos económicos en Venezuela. Los operativos tuvieron nombres cinematográficos. Manos de Papel, para frenar el contrabando de billetes y la manipulación del precio del dólar. Manos de Metal, con el objetivo de sacar del paso a los comerciantes que les compraban oro en Guayana a los mineros y por lo cual estaban acusados de contrabando. Ese negocio ahora está en manos de otros más enchufados. 

Cuando la situación económica empeoró en 2018, Maduro lo nombró ministro de Industria y Producción Nacional. Su cartera no mejoró nada que no fueran las importaciones apoyadas por el esquema que armó Alex Saab, hoy preso en EE. UU.

La menguada gran caja chica

Demos unos pasos atrás y enfoquémonos en La Campiña, sede de la gran caja chica (hoy menguada) del poder político venezolano, Pdvsa.

Año 2014. Maduro sacó a Rafael Ramírez de la presidencia de Pdvsa y del Ministerio de Petróleo. Convocó a Nelson Martínez y a Eulogio Del Pino, a quienes alternó en la presidencia de la estatal petrolera y el ministerio. Para esa época, cada una de las patas que sostenían el régimen querían el poder absoluto en Pdvsa.

Maduro lo intentó con el sobrino preferido de Cilia Flores en 2015, el tesorero de la nación y vicepresidente de Finanzas de Pdvsa, Carlos Erick Malpica Flores, pero estoy seguro de que en Armando Info, Runrunes, Poderopedia y El Pitazo nos podemos atribuir las causas de esa tentativa fallida. Maduro necesitaba repartir el poder y nosotros revelamos su pieza en el ajedrez pedevesiano. 

Diosdado Cabello postulaba a los suyos, a los militares. Pero había resistencia. Ya tenía el Seniat, el Ministerio de Transporte y el de Turismo. A Padrino López le tocó una empresa creada en 2016 para dar servicios petroleros y realizar operaciones mineras, Camipeg. Los hermanos Rodríguez contaban con Delcy en la directiva. Sin embargo, su alcance era limitado.

En cambio, El Aissami, aún gobernador de Aragua en la era pos-Ramírez, movía sus piezas empresariales, en especial a Samark López, contratista de Pdvsa. Su juego en la petrolera era más cercano a Maduro, quien en 2017 no dudó en nombrarlo vicepresidente de la República.

El Aissami y la venganza de los bolichicos

Una fuente afirma que El Aissami comenzó antes de agosto de 2017 los movimientos para sacar al entonces presidente de Pdvsa, Eulogio del Pino. Primero le ofreció una candidatura a la Asamblea Nacional Constituyente que se eligió ese año, pero Del Pino nació en Canarias, por lo que no podía ser candidato. Luego, tras una venganza armada en alianza entre los rusos de Gazprom y los bolichicos de Derwick, a quien Del Pino prohibió cobrar unas deudas con Pdvsa, se montó un proceso que terminó con la detención del alto ejecutivo en noviembre de ese año, junto a su compañero Nelson Martínez, quien falleció aún preso.

El general Manuel Quevedo recibió las llaves del Ministerio de Petróleo y de Pdvsa. El Aissami obtuvo la vicepresidencia de Comercio y Suministro a través de su compañero de aula, amigo y aliado Ysmel Serrano

Comenzaba el giro en la historia que nos traería hasta la actualidad. Entre 2017 y 2020, Quevedo solo supo fracasar en la industria petrolera. Maduro, con menos de 800.000 barriles diarios de petróleo y las sanciones económicas desde 2019, vio en El Aissami la figura que aumentaría la producción petrolera y repararía las refinerías.

En 2020 nombró a El Aissami ministro de Petróleo y, como contrapeso, colocó a Asdrúbal Chávez en la presidencia de Pdvsa, una figura que fuentes internas de Pdvsa vieron más cercana a Maduro y, sobre todo, a Delcy Rodríguez, ya en ese momento vicepresidenta de la República y también ministra de Economía, Finanzas y Comercio Exterior.

Comenzó la lucha por Pdvsa. Los Rodríguez tienen una visión y ambición sobre Pdvsa que no se alinea con los intereses de El Aissami. Mientras unos buscan los capitales chinos, europeos y estadounidenses, el otro se enfila a favor de los árabes. A unos los escuchan en el norte. Al otro no lo pueden ver ni en pintura. Unos tratan de hacer una apertura a lo madurista, no chavista. El otro cree que se puede valer solo y con sus amigos, dejando a otros fuera del negocio.

¿En verdad lo alcanzará la purga?

En su camino, los Rodríguez y El Aissami van dejando huellas de su disputa hasta que llega el aparente capítulo final. El argumento es la pérdida de la facturación de dos meses de venta de petróleo por $3.000 millones. Pero ni queriendo, Venezuela vende esa cantidad de barriles en 60 días. Eso equivale a seis meses de precio con descuento.

Con la tesis del robo de esos $3.000 millones (un buen argumento para decir que no hay dinero para aumentos de salarios), desde el viernes 17 de marzo comenzaron las detenciones de funcionarios, que a decir de Diosdado Cabello, robaron tanto que se convirtieron en traidores a la revolución. ¿Qué es robar tanto? ¿Quién tendrá la medida?

En estos momentos se habla de purgas, una más desde 2017 —cuando Luisa Ortega y Rafael Ramírez se separaron del madurismo (¿se puede hablar de autopurga?)—, la más grande de todas por el número de involucrados y porque toca una de las patas de la mesa que soporta el régimen de Maduro: Tareck El Aissami.

Una fuente cercana a El Aissami, quien aseguró que no está preso ni fuera del país, pide esperar el desarrollo de los acontecimientos. Asegura que la amistad entre Maduro y el hoy exministro es muy grande y que ya todo se aclarará.

Al escucharlo solo queda preguntarse si la purga no será completa y solo bastará con que El Aissami ceda el poder, como pasó con Elías Jaua, un exvicepresidente de la República en el ostracismo y debilitado sin su Frente Francisco de Miranda.

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