Es una inquietud de mucha gente: ¿qué le espera a Venezuela? Aun cuando la mayoría de venezolanos ya ni siquiera tienen mayores expectativas porque se ha entronizado el espíritu de derrota en un elevado porcentaje de la población, lo cual es el resultado de varias determinaciones que obedecen, principalmente, a las políticas chavistas y de la oposición y sus resultados. Aun así, los sectores politizados —en su diversidad, incluso los que han sido captados por el escepticismo— plantean la interrogante.
El asunto es que, a estas alturas, la oposición, entendida como colectivo, no cuenta con idea alguna acerca de la estrategia y la táctica para el momento actual, mucho menos para el período que se abre luego de estos torcidos comicios y del agotamiento del proceso unitario que venía dándose.
De tal manera que las fuerzas confrontadas no lucen pares en cuanto a definiciones y unidad interna. El chavismo anda en una estrategia bastante sólida y clara. Mantenerse en el poder a toda costa es el centro de sus asuntos. Cuenta, para sostenerse en esa idea, con el apoyo del bloque imperialista que hoy día ejerce la hegemonía a escala planetaria. Por su parte, la oposición, sin tener definiciones fundamentales de la política, encuentra el apoyo de dos bloques imperialistas. Pero parecen que no comparten la misma política para enfrentar la dictadura. Yanquis y europeos se orientan en direcciones diferentes. Al menos tienen matices que hacen una significativa diferencia. Por ello, la oposición, sin definiciones, recibe orientaciones divergentes.
En razón de lo anterior, los resultados electorales han sido previstos con similitud a los arrojados en el fraudulento proceso anterior, realizado para los mismos fines. Estas letras fueron escritas varios días antes de ayer, 21 de noviembre, fecha en la que se realizaron las elecciones, por lo que debemos llegar a esa conclusión sobre la base de la especulación.
Partiendo de las circunstancias en que se configuró el cuadro electoral, los resultados no pueden ser diferentes. En esta oportunidad, habiendo un descontento que se entroniza en la conciencia de la mayoría de los venezolanos, la oposición no logra capitalizarlo en votos a favor de candidaturas que bien pueden ser ganadoras frente a las chavistas. La división, producto del sectarismo y el hegemonismo, conduce a que mermen los logros posibles de ser alcanzados. Resulta realmente una tontería lo ocurrido en la mayoría de los estados.
Así, los candidatos que se presentan como “opositores”, pero que en realidad forman parte de una jugada del Gobierno, mellan las posibilidades en uno u otro estado o municipio. Para eso están. Para eso fueron apoyados, financiados. Tarifados. Se les suman las candidaturas de diversos sectores de la oposición que actúan por sectarismo y espíritu hegemónico.
No significa que los llamados alacranes no tengan argumentos y explicación para una conducta que se inscribe en la estrategia del Gobierno de dividir a la oposición. Se une a la conciencia traidora el argumento de que el hegemonismo del G4 fuerza a la división, argumento que en absoluto está lejos de la realidad. Así, hacen tienda aparte y reciben los favores del chavismo. La dictadura debe haber invertido una buena suma para quitarles la tarjeta a muchos partidos de la oposición y otorgarla a estos “señores”. Se suman candidatos que, proviniendo de la oposición, saltan la talanquera y piden algo para cumplir con el dictado chavista.
La división tiene varias fuentes, pero lo principal y destacado es que ella se produce como resultado del sectarismo y la miopía política. Son las cuestiones que explican unos resultados previsibles. Pero veamos las perspectivas luego de este proceso.
La economía
En algo puede favorecer al chavismo la situación de la economía de los últimos tiempos. De mantenerse la hiperinflación, desacelerada y en camino de ser superada, así como el leve crecimiento económico, ambos pueden abonar en favor de la dictadura de manera significativa. No es gran cosa la recuperación, pero puede ser suficiente como para atemperar el conflicto social que se viene desarrollando. Más cuando no se han logrado coordinar las luchas ni se han inscrito en una estrategia general para salir del chavismo.
El crecimiento económico ya es vaticinado por distintas instituciones. Tanto desde el mundo de las finanzas como de centros de investigación económica se aprecia en esa dirección la perspectiva de la economía venezolana en el presente y el futuro año. Con todo y que puede resultar irrisorio, este crecimiento se convierte en un verdadero pivote para la política chavista.
Sin duda alguna que la dolarización ha contribuido a esta pequeña pero importante recuperación. Es que contar con un signo monetario que permita el intercambio de mercancías con base en su valor de cambio, posibilitó que los dueños de los medios realizaran sus mercancías con base en su valor y obtuvieran una elevada plusvalía. Esto es, con base en una enorme tasa de explotación obrera.
La merma de los ingresos del Estado a raíz de la crisis petrolera afianzó la estrategia chavista de acelerar la economía minera. Esto le ha permitido entradas que no es posible calcular toda vez que alrededor de cuatro quintas partes se realiza por la vía del contrabando y negociados turbios, por decir menos. Le han permitido incrementar el flujo de dólares a la economía y en algo han contribuido con las reservas internacionales. Se suma la leve recuperación de la producción petrolera y el aumento de los precios del crudo en el mercado mundial. Algo brindan a los ingresos.
Esas circunstancias hacen que las condiciones objetivas sean un tanto favorables a la dictadura. Lo que no significa que hayan resuelto, ni de lejos, los principales contratiempos de Venezuela. El hambre, la miseria, el desempleo, los bajísimos salarios, entre muchísimos problemas, siguen siendo motivo para el descontento, así como para la migración de venezolanos, que está cerca de los seis millones. Pero dan para atemperar el conflicto social.
La política. El chavismo
El chavismo no puede con el descontento. Además, su imagen de corruptos e ineficientes pesa mucho en la gente. Incluso, muchos de los suyos tienen la opinión más baja de los dirigentes chavistas. Es que la ostentación y evidencias de corrupción los llevan a formarse una opinión en correspondencia, por mucho fanatismo que impere en su conciencia o en la falta de ella.
Se suma la ineficacia e ineficiencia en todos los órdenes. Las penurias de los pobres son las mismas, incluyendo la de los chavistas, quienes deben tratar de hacer uso de servicios, cuando los hay, en las peores circunstancias. Sufren los mismos rigores de contar con salarios de hambre. Deben hacer colas infernales para cargar gasolina, sabiendo que un buen porcentaje de quienes lo hacen deben pagar en dólares a los guardias nacionales.
El chavismo no cuenta con personalidad carismática alguna. Chávez lograba cautivar y engañar con su personalidad y chequera. Más pesaba lo segundo, claro está. Contaba el chavismo con recursos provenientes del petróleo. Gozó del mercado en alza. Dilapidó una parte importante. La corrupción se llevó cientos de miles de millones de dólares. Ahora no tiene ni liderazgo ni recursos suficientes como para hacer el populismo en la misma escala de los tiempos de bonanza.
Pero la dictadura cuenta con una estructura estatal y paraestatal que le sirve de soporte. No le basta los componentes de la Fuerza Armada, uno de cuyos integrantes lo constituyen las milicias. También tiene los colectivos, que controlan algunas zonas de varios estados del país, sobre todo del oeste de la ciudad de Caracas. Pero no tiene apoyo popular.
No cuenta el chavismo con un movimiento espontáneo, por lo que se debe apoyar en estructuras tarifadas. Es muy débil la que está vinculada a la salud. Tiene la armazón para el reparto de las bolsas de comida Clap, que parece haberles servido lo suficiente como para montar buena parte de la maquinaria electoral. Frente a las debilidades orgánicas de la oposición y la gran abstención, les resulta suficiente la estructura de aparato alrededor del Estado.
El chavismo ha derivado en una dictadura que se sostiene sobre la base de la represión, el chantaje y el reparto de migajas. La estructura del Estado, las distintas instituciones de este, le brinda algo para el sostén.
La oposición
Pero la oposición no tiene mejores condiciones. Las debilidades no solamente provienen de las carencias políticas, entre las que destaca no haber definido una estrategia y tácticas correspondientes con el momento. El sectarismo es uno de los peores males de la oposición. Es una cuestión generalizada, pero destacan los partidos con más recursos financieros y apoyo externo y de los sectores del capital que apoyan reservas estratégicas para el futuro.
El hegemonismo es otro de los principales problemas de la oposición, cuestión casi exclusiva de los que se considera “grandes” partidos: esos del llamado G4, que, por cierto, tienen un tiempo sin contarse y gozan de añejos resultados. Su combinación con el sectarismo hacen imposible cualquier perspectiva unitaria. Si fuesen eficaces, si su política hubiese alcanzado algún logro en esta etapa, alguna justificación tendrían. Pero su incapacidad ha sido tan manifiesta que no logran concitar apoyos de los que antes gozaba la oposición. Además, la debilidad de los partidos políticos se expresa no solamente en la poca fuerza organizada con que cuentan, sino también en la pérdida de las vinculaciones con las luchas cotidianas del pueblo.
La dictadura, que ha logrado fracturar a las fuerzas opositoras, se aprovecha de esta circunstancia. Le ha quitado la tarjeta a buena parte de los partidos políticos y colocado gente tarifada como sus representantes. Eso debilita todavía más a la oposición.
Otra determinación en la debilidad de la oposición es que el movimiento espontáneo de masas se ha agotado. Apenas se manifiesta en alguno que otro conflicto por servicios públicos y sin mayor trascendencia. Esto —unido al escepticismo y desconfianza de la gente en la oposición— contribuye con las claras señales de un reflujo en el movimiento de masas. Se impone, por tanto, una política de recuperación de fuerzas, sin abandonar la posibilidad de un ascenso vertiginoso del movimiento espontáneo de masas que apunte a una nueva rebelión. Pesa en esa perspectiva la disposición a la pelea de la gente. Para nada atiende las definiciones políticas, cuando las hay, de importantes factores de la oposición.
Las perspectivas poselectorales
Las circunstancias son nuevas, no por los resultados arrojados por el evento electoral de ayer. Se presenta un escenario donde la oposición luce carente de políticas mientras el chavismo se presenta con la misma estrategia de mantenerse en el poder a toda costa. Este es un panorama lleno de retos para quienes buscan salir de la dictadura. Veremos si se imponen los intereses del pueblo y el país o los de quienes parecen seguir siendo hegemónicos paquidermos que impiden el avance de las fuerzas por el cambio.
Existen condiciones como para levantar un amplio y poderoso movimiento de masas. La gente tiene sobradas razones para protestar y luchar por el cambio. No solamente se trata de salir de la dictadura. También la mayoría de los venezolanos aspira a un mundo mejor. Son tiempos en los cuales será la catadura de las organizaciones políticas y de sus dirigentes lo que marcará si hay otro futuro o no en el corto plazo.
Brindan confianza en una perspectiva de victoria, precisamente, esas aspiraciones de la mayoría de los venezolanos. Su descontento y disposición para la lucha. El freno en que se ha convertido el chavismo al desarrollo de las fuerzas productivas resume la determinación fundamental que motiva la perspectiva de cambio político y social. Falta la dirección política, que de principal aspecto para la cadena de derrotas y una que otra victoria, se convierta en el factor principal para alcanzar el triunfo sobre la dictadura.
Luego, las circunstancias hacen que los factores políticos y gremiales —en verdad comprometidos con el objetivo de salir de la dictadura— deban combinar de la manera más rigurosa posible la sabiduría política con la audacia para alcanzar los objetivos que se desprenden del análisis cierto de la realidad. Deben definir el objetivo. El camino que debe seguirse. Esto es, el fin estratégico y la vía para alcanzarlo. Asimismo, se debe concitar la más amplia unidad, junto a lo cual debe encabezar el impulso de los instrumentos que sienten las bases de una nueva democracia, principalmente el de las asambleas.
Uno de los grandes retos que se abren en la nueva etapa es la unidad gremial para coordinar las luchas. Si no se alcanzaron mayores niveles de coordinación hasta ahora, luce más cuesta arriba el objetivo en tiempos en que puede haber reflujo en el conflicto social, dado el aprovechamiento político del chavismo de la leve recuperación económica, unido al escepticismo y el espíritu de derrota en la conciencia de buena parte del pueblo. Sin embargo, si se realiza una política unitaria y autónoma, puede tomar cuerpo la coordinación con base en la solidaridad y una plataforma común de luchas. De estar inscrita en una estrategia general para el derrocamiento de la dictadura, seguro que se puede convertir en la determinación principal, colocando al pueblo trabajador en la vanguardia del proceso político.
Mientras, la dictadura chavista de Maduro busca cualquier aspecto para sacar provecho. Es el caso del tal récord Guinness, cinismo que busca esconder los otros récords con que cuenta el chavismo en varias materias. Es el caso del mayor crimen ecológico a escala planetaria. Es lo que sufre el arco minero de Guayana. La eliminación del salario de los empleados públicos es otro récord importante. Son muchos.
Nuevos tiempos y los mismos retos.
Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD
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