Por Fernando Luis Egaña
En nuestro país no hay paz. Nada más lejos de ello. Un despotismo depredador no puede generar paz, sino destrucción, violencia abierta y encubierta, complicidad, acomodo, injusticia y desigualdad. De nada de eso surge algo que sea verdadera paz.
La supuesta paz de las burbujas del poder son una caricatura de paz para la abrumadora mayoría de la población. Son una cruel bofetada para las necesidades del pueblo.
Sin democracia no hay paz. Con una hegemonía disfrazada de democracia no hay paz. Los mandoneros del poder lo saben y sus cómplices también. Acaso estos sean peores que aquellos. A ninguno les interesa la paz, sino la quietud forzada de la nación. Y eso no es paz.
Sin derechos políticos, económicos y sociales no hay paz. Sin pluralismo, convivencia y tolerancia no hay paz. Una catástrofe humanitaria en salud, educación, alimentación y seguridad es lo contrario de la paz.
La propaganda para suscitar expectativas de una mejoría nacional no lleva a la paz, sino a mayores frustraciones. Lo opuesto de la falsa paz no es la guerra. Es el camino a una paz de verdad.
¿Ese camino es posible iniciarlo y recorrerlo? Sí lo es. Pero ello pasa por la superación de la hegemonía despótica y depredadora. No nos engañemos al respecto.
La paz que necesita Venezuela es la paz bendita del sosiego, del trabajo, de la libertad, de la justicia, del respeto, de la esperanza. Bendita sea esa paz que necesitamos.
FERNANDO EGAÑA | @fegana
Abogado. Periodista. Exministro de Comunicación
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