Guatepeor no está tan lejos

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Comunicación en gotas


Por: María Eugenia Fuenmayor

¿Qué sentirán los millones de venezolanos que huyeron de un sistema perverso

para terminar en manos de Petro, Boric, La Kirshner o AMLO?

«Era lo último que iba quedando de un pasado cuyo aniquilamiento no se consumaba, porque seguía aniquilándose dentro de sí mismo, acabándose a cada minuto, pero sin acabar de acabarse jamás».

Gabriel García Márquez. Cien años de soledad.

Como la abuela desalmada de la famosa novela que mejor nos ha descrito como cultura, los cubanos han sido víctimas de su propia gente, pero aún les quedan fuerzas para alzar sus voces ante la incapacidad del régimen de proveer de las condiciones mínimas de dignidad para el ser humano: agua, electricidad, alimentación, salud vivienda y educación –que no lavado de cerebro- y, sobre todo, trabajo decoroso y productivo. Esta es una deuda vieja de 70 años, de la que solo los poderosos de la isla han sabido obtener los privilegios de  una vida «sabrosa» (expresión que le gusta a la recién electa VP de Colombia). Con sus capacidades de producción mermadas, casi inexistentes, Cuba vive siempre de los dineros y materias de otros… la URSS, Rusia, Venezuela… 

Como la cándida Eréndira, sometida por la abuela desalmada para ser abusada por otros y a costa de sus libertades básicas, para muchos de nosotros y para más de siete millones de venezolanos, la opción ha sido la distancia y el desarraigo.

«Cuando los pueblos emigran sus gobernantes sobran». José Martí.

En tiempos más cercanos, pero echando mano de esa perversa referencia instalada en el Caribe, en Chile, país cuyos indicadores ya rozaban los del primer mundo, se fabrican protestas fundadas en algunos reclamos legítimos, pero expresados con un fanatismo exacerbado y sostenido con estrategias de comunicación impecable y aviesamente bien diseñadas y condimentadas con altas dosis de dramatismo y regidas con una férrea disciplina capaz de calar, manipular y, finalmente, derrumbar la institucionalidad.

Latinoamérica sigue torciendo el timón a la izquierda y a futuro no parece avizorarse un cambio. Así luce hoy el panorama: Gustavo Petro, en Colombia; Nicolás Maduro en Venezuela; Gabriel Boric, en Chile; Alberto Fernández en Argentina; Xiomara Castro, en Honduras; Daniel Ortega, en Nicaragua; Luis Arce, de Bolivia; Andrés López Obrador, de México; Díaz Canel, Cuba y Pedro Castillo, en Perú.

Ya Boric, con su desempeño, da visos de los modos del Grupo de Puebla. El incremento desaforado de la criminalidad es su mejor expresión: para junio, la encuestadora Ipsos dice que 52% de la población encuestada manifiesta que su principal preocupación es la delincuencia, así como la proliferación de las mafias organizadas y el narcotráfico. Con el prestigio desgastado y la confianza venida a menos luego del control de manifestaciones y saqueos, los esquemas tradicionales de respeto a las fuerzas de orden público se debilitan y el terreno se despeja para la creación de otros contextos más afines a las pretensiones del novel presidente de La Moneda y sus tutores de la región.

«Dame señor la fuerza de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un nuevo punto de partida». Gabriela Mistral.

Y ahora Colombia… el exguerrillero que gustaba de hacerse llamar Aureliano Buendía para no ser identificado, ha devenido en presidente. Petro, como Boric, gran comandante de las protestas, ahora es el jefe electo. Desde ya, el otrora copartícipe de los actos ilegales y terroristas del M19, nos anuncia que Cuba, histórico refugio de piratas, será de nuevo la sede para los diálogos de paz y conciliación, reeditando procesos que dieron pie a la aparición de la Nueva Narquetalia (sí, con ‘N’ para que se entienda la naturaleza de sus andadas) y sus «ilustres» protagonistas.

Lamentablemente, los sobresaltos continentales no terminan ahí y hacen que nuestros temores e incertidumbres, de los que estamos aquí y de los que se han visto obligados a huir, vuelvan con fuerza. A lo dicho antes, se suma Argentina con su CADIVI al estilo gaucho y su hiperinflación en ciernes. Perú, bajo el sombrero de  una izquierda extraviada y profundamente primitiva. México, que por su inmenso mercado debería ser un espacio estable y de progreso, malgasta sus iniciativas en exigir disculpas al Rey de España. Y es estos días, Panamá, hoy igualmente presa de revueltas sociales, destaca también en las noticias porque en ese país está la selva del Darién, crudelísimo final de sueños y vidas de las víctimas de los desgobiernos que ahora parecieran pulular. 

«Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte». Gabriel García Márquez

La tarea de terminar estos párrafos con alguna alusión optimista no es nada fácil. Los pesares viejos se juntan con los nuevos y con los que se asoman en el horizonte de nuestra parte del mundo. Sin embargo, no tenemos otra opción que apostar a un mejor porvenir. No existe el tiempo estático y la evolución, aún con sus tropiezos, solo puede ir en una sola dirección. El desarrollo y el bienestar de nuestros países, el avance y la prosperidad de todos nos es tan ajena que parecen cosas de otro mundo, pero «la primera condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico (Gabriel García Márquez)».

MARÍA EUGENIA FUENMAYOR | @mefcal

Experta en mercadeo, comunicaciones y reputación. Directora ejecutiva de Interalianza Consultores.

El Pitazo no se hace responsable ni suscribe las opiniones expresadas en este artículo.


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