Por: Karina Monsalve
El trastorno bipolar es una enfermedad mental producida por un desbalance o desequilibrio químico en el cerebro y otros factores ambientales y sociales con el que la persona afectada vive. Padece de estados emocionales cambiantes que van desde la depresión profunda hasta la hiperactividad, la manía, la hipomanía y a actuar en muchos casos sin uso pleno de la razón.
En los estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la morbilidad mundial de las enfermedades, el trastorno bipolar ocupa el sexto puesto entre todos los trastornos médicos, constituyendo una de las enfermedades mentales más comunes, severas y persistentes. El fuerte impacto sobre la función ocupacional y social que tiene este desorden ha llevado a calificarla como una de las enfermedades de mayor discapacidad.
La Sociedad Internacional de Trastorno Bipolar (ISB, por sus siglas en inglés), instauró el 30 de marzo como el día mundial de este desorden mental, en honor al natalicio del artista Vincent Van Gogh, por considerar que padeció de trastorno bipolar.
Este desorden se caracteriza por su curso cíclico y su gran polimorfismo. En el mismo existe una alteración del estado de ánimo en el que se aprecian cambios en el nivel de energía, actividad, y en la habilidad para poder realizar actividades diarias. Se pueden presentar episodios depresivos, maníacos, hipomaníacos, y el paciente puede estar, durante determinados períodos, eutímico, aunque pueden persistir síntomas interepisódicos. Los episodios depresivos pueden, además, mostrar o no síntomas atípicos o síntomas de melancolía y son mucho más frecuentes que los episodios maníacos, con el consiguiente impacto en la vida de la persona.
El inicio del trastorno bipolar tiene lugar entre la adolescencia tardía y la adultez joven, alrededor de los 25 años, aunque se plantea que es una enfermedad habitualmente subdiagnosticada.
Los pacientes con un trastorno bipolar de inicio más temprano presentan un retraso en el comienzo del tratamiento, síntomas depresivos más graves y comorbilidad con otros trastornos como los de ansiedad y los relacionados con el consumo de sustancias.
La evolución del desorden bipolar se acompaña de altas tasas de desempleo, educación inconclusa, soltería, problemas de vivienda y otros. Los estresores psicosociales pueden precipitar recaídas de la enfermedad y por lo tanto un contexto social desfavorable justifica la incorporación de estos pacientes en programas de rehabilitación estructurados e intensivos para mejorar su calidad de vida.
Los síntomas de este trastorno pueden causar daño de las relaciones interpersonales, nivel bajo de funcionamiento en el estudio o en el trabajo, y puede culminar con el suicidio. Las tasas de suicidio consumado, los intentos de suicidio y la ideación suicida son más prevalentes en el trastorno bipolar que en otros desórdenes mentales y suelen darse predominantemente durante el episodio depresivo.
El episodio depresivo puede incluir estos síntomas:
- Estado de ánimo deprimido o tristeza diariamente
- Problemas para concentrarse, recordar o tomar decisiones
- Problemas en la alimentación como falta de apetito y pérdida de peso o consumo exagerado de alimentos y aumento de peso
- Fatiga o falta de energía
- Sentimientos de minusvalía, desesperanza o culpa
- Pérdida del placer al realizar actividades que alguna vez disfrutaba
- Pérdida de la autoestima
- Pensamientos de muerte o suicidio
- Dificultad para conciliar el sueño o dormir demasiado
- Alejarse de los amigos o las actividades que alguna vez disfrutaba
La fase maníaca puede durar de días a meses. Puede incluir estos síntomas:
- Fácil distracción
- Participación excesiva en las actividades
- Poca necesidad de dormir
- Capacidad de discernimiento deficiente
- Poco control del temperamento
- Falta de autocontrol y comportamientos imprudentes, tales como beber o consumir drogas en exceso, aumento de relaciones sexuales de riesgo, apostar y gastar o regalar mucho dinero
- Estado de ánimo muy irritado, pensamientos apresurados, hablar mucho y tener creencias falsas acerca de sí mismo o de sus capacidades
- Hablar rápidamente
- Preocupación acerca de cosas que no son ciertas (delirios)
No obstante los pacientes con esta enfermedad y un diagnóstico oportuno pueden recibir tratamiento y llevar una vida funcional y productiva, con una disminución de la frecuencia, gravedad y duración de los episodios.
Su abordaje ha sido clásicamente farmacológico junto a la terapia cognitivo-conductual. Este tratamiento combinado permite mayor mejoría para quien lo padece, ya que la terapia psicológica es a menudo la fuerza estabilizadora en la vida de estos pacientes. El objetivo del tratamiento está basado en reducir el malestar y mejorar el funcionamiento básico del paciente entre los episodios, disminuyendo así la frecuencia de los episodios futuros.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.