Para mi hija Maya, con admiración
Por: Gloria Cuenca
Le acaban de dar el Premio Nobel de Medicina a unos investigadores por su trabajo sobre el sentido del tacto. Me parece loable, aun cuando quedaron fuera los creadores de la vacuna anti COVID-19, que han hecho un aporte fundamental a la humanidad. Cosas de los Jurados, que actúan —en oportunidades— de manera incomprensible. El caso es que espero que, así como se han dedicado a estudiar el tacto, se dediquen los científicos a investigar, más aun a indagar, sobre el olfato y sus efectos.
Sí, habría que empezar por aquí en Venezuela, donde tenemos una absoluta mayoría contra el gobierno, pero cuando se empieza a sentir el olor del poder, casi podría decir, la posibilidad del olor al poder, empieza una manifiesta locura entre nuestros maravillosos y jóvenes líderes.
Todo lo que habían logrado y hecho, con sacrificio y gran heroicidad —si hay que ser héroe para enfrentar a este gobierno— se viene al suelo y empiezan unos pleititos de niños, que recuerdan a la salida del colegio en la primaria, cuando se decía: “quítame la pajita, y me agarro contigo”.
Bueno, ¿Qué se puede hacer? No podemos esperar con los brazos cruzados, que esos muchachos maravillosos que han expuesto la vida, la tranquilidad, la libertad, en esta hora compleja se desbaraten por solo sentir el olor del poder.
En diversas oportunidades el aroma nos ha envuelto, y muchos de nosotros lo hemos disfrutado, para luego sentir el hedor de la continuación de la dictadura. ¿Sera una embriaguez? Empiezan unas peleas por cargos y carguitos que nos resultan incomprensibles a quienes los admiramos y seguimos, sin ninguna mezquindad.
¿No se dan cuenta, de que, una vez se logre el objetivo, hay cargos, cargotes y carguitos para todos? ¡Ah, eso sí! ¡No serán cargos para lucrarse, sino para trabajar duro y parejo! ¿Será por eso? No quiero pensar mal de ninguno de esos jóvenes, a los que veo como posibles hijos y hasta nietos; para mi es cuestión de madurez y sensatez.
Por supuesto, por las redes los han vuelto leña, sin llamarlos, con sus honradas excepciones, a entender que el dicho, de aquel General de la transición de la dictadura a la democracia: calma y cordura, está más vigente que nunca, a casi 100 años después de haberse pronunciado.
Nuestro muy admirado Laureano Márquez escribe un artículo sobre las características del régimen, señalando que mientras más se le oponen y más acciones, en su contra, se hacen, parece ser más resistente. (Sería como el virus de la Pandemia).
Respetando mucho al politólogo y humorista, tengo mi propia opinión al respecto. No, el régimen no es fuerte. Se las echa, que es distinto. Se apoya en unas fuerzas armadas que les son fieles, pues han sido corrompidas de la peor manera, también tiene el apoyo del terror cubano y ruso. ¿Cómo es eso? Simplemente aplicando lo que se llamaba en la URSS, la pedagogía del terror. Las torturas, las vejaciones, la incomunicación que aplican a los prisioneros, civiles y militares, son efectivamente de terror. Es la manera de hacer que los demás no se atrevan a hacer nada. Cunde el pánico por doquier.
No es para menos. El otro elemento que debe observarse refiere a la población, los del bochinche, las marchas con desorden, los saqueos y demás, son los izquierdosos, que siempre fueron un grupete dispuestos a sembrar el caos. Ahora, supuestamente están en el poder —en el desastroso despelote que es hoy ese dominio—. Por supuesto, se han aburguesado, enriquecido y no quieren saber nada de protestas y demás.
Finalmente, hay que decirlo, el régimen se ha adueñado de las instituciones, con lo que ha hecho imposible que los hechos al borde de ser concretados se vuelven muy difíciles por no decir imposible, y grandes esfuerzos se pierden. Esto, además de la locura que produce el olor del poder.
Concluyo con algo, sobre lo que mi hija —sabia— me ha hecho reflexionar. Parece imposible, en una primera aproximación, pero que resulta muy cierto cuando analizas las cuestiones de manera serena y equilibrada. Se trata de que hay un sector que vive en la mediocridad existente, la descalificación constante y la competencia desleal. Prefiere ese pobre estado de cosas antes de aceptar la posibilidad de gente que, en determinados cargos, los supere siempre y puedan hacer grandes cosas. Prefieren seguir en lo mismo. ¿Cómo pasó esto? ¿Cómo llegamos hasta aquí? Es triste ¿verdad?
GLORIA CUENCA | @editorialgloria
Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela
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