Árboles que guardan secretos

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«Mi sensación, y creo que coincide con la del Presidente (Nixon), es que debemos incentivar un resultado diferente, pero debemos hacerlo tan discretamente que no nos salga el tiro por la culata», le dijo Rogers a Kissinger durante la llamada telefónica.

La conversación continúa:

Kissinger: —La única duda es cómo se define “tiro por la culata”.

Rogers: —Que nos descubran haciendo algo. Después de todo lo que hablamos sobre la Democracia, EE. UU. no debería intentar impedir que el proceso constitucional tome su curso, nos vamos a ver muy mal.

En otra conversación, Nixon señala:

—Nuestra mano se mantiene oculta en todo esto.

Pero curiosamente, las huellas del golpe de estado contra Allende quedaron registradas en un tradicional parque de la ciudad de Santiago de Chile.

Un día de verano sureño, el climatólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Fabrice Lambert, se reunió con sus colegas en Quinta Normal, un parque público ubicado en  el centro de la ciudad. Los investigadores no estaban allí de paseo. Llevaban consigo una herramienta con punta de taladro conocida como barrenadora incremental y un paquete de cera de abejas.

Usando el barrenador, el equipo extrajo núcleos de madera del ancho de un lápiz, en unos cincuenta árboles de cedro. Tomó alrededor de 15 minutos recolectar cada núcleo y sellar el agujero resultante con la cera de abejas, tiempo suficiente para que los curiosos asistentes al parque deambularan. “Había bastantes personas mirando con intriga lo que estábamos haciendo”, dijo Lambert.

De vuelta en el laboratorio, Lambert y sus colegas rasparon los trozos de madera de cada uno de los anillos de crecimiento anual del árbol, siendo el más antiguo de 1930. Luego analizaron la composición química de la madera en cada año, para buscar trazas de metales pesados: como el cobre, el cadmio y el plomo que pueden causar enfermedades pulmonares y dañar al sistema nervioso.

Los metales pueden provenir de diferentes fuentes, desde las pastillas de freno desgastadas de los vehículos hasta las emisiones de combustibles fósiles, llegan a la atmósfera y a las aguas subterráneas, donde las plantas los absorben, ya sea a través de las hojas o de sus raíces.

Los científicos hicieron un descubrimiento sorprendente: los núcleos actuaron como una máquina del tiempo para registrar los cambios en la contaminación, revelando la calidad del aire en Santiago de Chile desde hace décadas. “Creamos una relación entre lo que medimos en el árbol y lo que realmente se mide en el aire”, indicaron los autores, “y continuamos esta relación en el tiempo”.

Los investigadores encontraron una calidad del aire consistentemente mala antes de la década de 1990, previo a la implementación de medidas para reducir la contaminación. Los datos también revelaron una fuerte caída en la contaminación en 1973, año en que Augusto Pinochet tomó el control del país a través de un golpe militar. “Reflejando la pausa en las actividades económicas mientras las cosas se calmaban bajo el nuevo régimen”, publican los autores, quienes informaron los resultados el mes pasado en una reunión de la Unión Norteamericana de Geofísica.

El enfoque de este trabajo marca la primera vez que se utilizan árboles para reconstruir históricamente la calidad del aire. Debido a que los árboles pueden vivir por décadas e incluso siglos, la técnica podría ayudar a los investigadores a escudriñar las fluctuaciones en la calidad del aire, en épocas donde se carece de registros.

Las investigaciones anteriores se han centrado en el seguimiento de los metales pesados ​​en los árboles a lo largo del tiempo. Pero Lambert y sus colegas llevaron su investigación un paso más allá: vincularon la abundancia de los metales pesados ​​en los últimos años con las medidas de la calidad del aire registradas en las estaciones de monitoreo cercanas, específicamente la concentración de partículas en el aire.

Las partículas, que a menudo miden solo unas pocas milésimas de milímetro, pueden alojarse en lo profundo de nuestros pulmones y exacerbar las afecciones como el asma.

Sería interesante replicar este tipo de investigación en otras ciudades del mundo para comprender mejor la calidad histórica del aire. ¿Qué nos podrían contar los jabillos, ceibas, samanes y mijaos sobre el aire de nuestra Caracas?, ¿qué secretos podrían descubrirse al estudiar minuciosamente la composición de estos árboles en su difícil transitar por nuestra historia?.


PAULINO BETANCOURT | @p_betanco

Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat

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