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jueves, 28 marzo, 2024

Ante el autoritarismo digital hegemónico, periodismo singular

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Por: César Batiz


Los algoritmos que nos marcan las conversaciones, las tendencias en las redes sociales y hasta la decisión de sacar de internet el video de una noticia, no son tan artificiales, ni tan inteligentes. La comprobación la vimos en El Pitazo, medio nativo digital venezolano fundado el 8 de diciembre de 2014. El 24 de marzo de 2021, a las 9 pm, Youtube cerró el canal de El Pitazo. Esa fue la tercera sanción en dos meses y una sentencia definitiva de desaparición para un archivo de más de 10.000 videos de periodismo de investigación, protestas e historias de éxitos de venezolanos dentro y fuera de Venezuela, que en ese momento contaba con más de 102.000 suscriptores.

Las tres penalizaciones fueron aplicadas ante contenidos informativos periodísticamente pertinentes. La primera ocurrió luego de publicar un video en el que apareció Nicolás Maduro, quien ocupa el Poder Ejecutivo con solo el 20% de aceptación popular, asegurando UNSAM EDITA 164 que su gobierno había desarrollado unas gotas milagrosas contra el coronavirus. Una semana después llegó la segunda sanción. Esta vez por mostrar las imágenes de una doble explosión suicida en Bagdad, que también difundieron otros medios a los cuales la plataforma no castigó. 

Finalmente, ese 24 de marzo la decisión en contra de El Pitazo la tomó Youtube al cuestionar la transmisión de un video donde se observaba a una maestra golpear a un alumno de menos de seis años cuyo rostro había sido “protegido” en el video. Esa evidencia gráfica fue usada por los organismos de seguridad y autoridades educativas para identificar a la mujer.

Pese a las explicaciones dadas, a los razonamientos periodísticos sobre la pertinencia de las publicaciones, la sanción se aplicó sin importar los argumentos. El equipo del medio se encontró con una muralla digitalizada con respuestas automáticas y nada reflexivas.

Fue necesaria la participación de aliados internacionales que sí lograron comunicarse con representantes de Google Inc. También se decidió activar a todos los miembros del equipo para contar a las audiencias acerca del peligro de perder un valioso archivo y alertar que

Youtube se colocaba del lado de la censura impulsadas por Maduro, al cerrar el canal de El Pitazo. El 2 de abril, la plataforma reabrió el canal, tras pedir disculpas por el error cometido. Sin embargo, El Pitazo inició una campaña de recolección de firmas para exigir a Youtube un trato más humano y empático con los productores de contenidos culturales, científicos y periodísticos. Más de 1600 firmas de apoyos se recogieron en esta ocasión.

Lo que sucedió fue una muestra del apocalipsis del futuro que está aquí y que condiciona relaciones entre humanos y de humanos con las máquinas, las mismas que pueden, en una fase superior de esa inteligencia artificial, llegar a un estadio de superinteligencia que rebase la capacidad orgánica del ser humano de ser racional y relacionarse. 

“Desconocemos las consecuencias de la tecnología. No asimilamos en qué dirección va. Tecnologías desarrolladas que son capaces de hacernos añicos”, alerta el filósofo croata y activista Srecko Horvat, advertencia que no debe ser obviada al pensar en el futuro.

En ese horizonte está la inteligencia artificial, más preponderante aún por la nueva normalidad generada por la pandemia de COVID-19. Como explicó en una de las charlas promovidas por la Beca Cosecha Anfibia el filósofo alemán Markus Gabriel, nos dirigimos por una vía que concluye con la irrupción distópica de un autoritarismo digital hegemónico, que rompe con la inocencia de primaveras florecientes de igualdad apoyadas en la tecnología y, por el contrario, se asoma como el preludio de la extinción para los medios y los periodistas, con la dominación de barones de la tecnología enriquecidos por lo que saben de todos nosotros. 

Esta situación puede encontrar una respuesta en una reacción singular del periodismo, que se sirva de los códigos y canales existentes para impulsar relatos locales compartidos por vías descentralizadas, que faciliten la desapropiación y la transmediación, para darle un protagonismo más sincero a las audiencias.

Autoritarismo hegemónico: préstamo de un concepto 

Era 12 de febrero de 2014. El coordinador de fotografía de la Cadena Capriles, corporación que agrupó a Últimas Noticias, El Mundo y Líder, gritaba: “Hermanito, cuídese que están disparando”. Desde la Redacción Única, una especie de turbina conformada por amplias mesas pobladas de computadoras, papeles, libretas y bolígrafos, solo escuchábamos, no veíamos lo que sucedía en el centro de Caracas.

La censura y autocensura de los medios televisivos obligaban a mirar las doce pantallas que nos rodeaban, unos insípidos programas de variedades, entre consejos para la cocina y notas de farándula. La Cocinita de Sindy, en Globovisión, el canal de noticias comprado hacía un año por un empresario cercano al oficialismo. La Bomba y Portada, en Televen y Venevisión, las dos televisoras con el más alto rating, controladas por las amenazas de revocarles la concesión para el uso del espacio radioeléctrico esgrimidas por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones.

Una mirada cenital de ese momento nos lleva al encuentro de las fotografías de los cadáveres del joven opositor Bassil Da Costa y del líder de una organización armada paraestatal, Juancho Montoya. El primero, asesinado por un funcionario de policía política y el segundo por su lugarteniente, pero cuyas muertes quisieron achacar –desde el oficialismo– a los opositores. Esa matriz fue derribada por el trabajo de la Unidad de Investigación de Últimas Noticias, titulado “¿Quién mató a Bassil Da Costa?”, ganador del premio Ipys-Venezuela y el Gabo 2014. La mirada cenital muestra los hilos de una sociedad fragmentada por el desconocimiento impuesto por la censura del autoritarismo y su hegemonía comunicacional.

El periodismo venezolano respondió con la creación de una veintena de medios nativos digitales, fundados y dirigidos, en su mayoría, por periodistas-editores, con una preponderancia de mujeres como líderes de los proyectos. Contaron con apoyos económicos de empresarios nacionales y de organizaciones internacionales, que dieron materialidad a una frase que le escuché decir al académico Silvio Waisbord, referente internacional en temas de comunicación política: “Lo que es posible en Venezuela, no es posible en otros países”.

Seis años después, en Venezuela se impone lo que la teoría de los regímenes políticos denomina autoritarismo hegemónico. Lo caracteriza la restricción de los partidos políticos y sus actividades, diversas formas de control y represión a la sociedad, con resultados electorales cada vez más inciertos y el control de los medios de comunicación, que resisten con el uso de plataformas digitales, con un periodismo reconocido por premios internacionales como el Ortega y Gasset (El Pitazo, 2019), el Gabo (Efecto Cocuyo, 2018 y El Pitazo, Runrunes y Tal Cual, 2019), Data Journalism Award (Runrunes, 2018), Armando Info (María Moors Cabot, 2019), Premio Roche (El Pitazo, junto a Ipys, en 2018 y 2020; y Armando Info, 2020), reconocimientos del ICFJ (Armando Info, 2018; e Historias Que Laten, 2021) y de la Sociedad Interamericana de Prensa (El Estímulo 2017 y 2018; Prodavinci, 2019 y 2020; y La Vida de Nos, 2020).

Esa singularidad de los medios digitales venezolanos se afianzó en la disposición que se hizo desde entonces de las plataformas y redes. La coincidencia de objetivos nos puso del mismo lado a periodistas y grandes empresas de Silicon Valley, que dominan los canales de una gratuidad simulada para la distribución de textos, audios y videos.

Sin embargo, esa coincidencia no será eterna. Algún día la tecnoinocencia que caracteriza Waisbord y que otros, como el subdirector del Instituto Tecnológico de Informática de España, Miguel Fuster, denominan optimismo tecnológico, dará paso a la tecnodecepción, tan cruda y orgánica como la que vivimos en El Pitazo el 1 de noviembre de 2017, cuando Movistar, de Telefónica de España, se unió a la estatal Cantv y a la privada Digitel en el bloqueo del dominio de entonces de El Pitazo (elpitazo.com). Así, tumbó el 60% del tráfico del medio que tenía solo dos años, situación que obligó a buscar alternativas diferenciadas de la página web para llegar a las audiencias, hecho del cual aún no nos recuperamos.

Las corporaciones de Silicon Valley, que prestan sus canales y venden los espacios de los medios en subastas publicitarias, son las firmas que más han crecido con la nueva normalidad a la que nos obliga esta virtualidad de las relaciones sociales. Entre marzo y octubre de 2020 la valoración de las acciones de Zoom subió un 411%, la de Apple un 116%, la de Amazon un 104%, la de Netflix un 81% y la de Microsoft un 62%. Pero también las compañías sugieren formas para comunicar que les permitan a los medios llegar a más audiencias o ganar lealtades, y embuten a todos en un deseo de dominar la naturaleza de las comunicaciones interpersonales con artilugios tecnológicos.

Si bien esto permite conocer a las audiencias, también avizora el peligro de imponer criterios y maneras, que además alimentan los algoritmos de la inteligencia artificial, cuya evolución tecnológica crece a un ritmo que promete pronto pasar del transhumanismo al poshumanismo. La génesis de una especie diferente, mediatizada por máquinas.

Para completar ese trayecto, la industria cuenta con lo que la activista ecologista india Vandana Shiva llama los barones de la tecnología, un pequeño grupo que, desde Estados Unidos o China, fundamentalmente, acumulan los datos privados de los usuarios de las redes e internet.

Esos barones de la tecnología cuentan con todos los elementos para —tomando prestado un concepto de los regímenes políticos— construir un autoritarismo hegemónico de la virtualidad. Para, desde ahí, controlar y reprimir con censura a los usuarios y medios, reducir la capacidad de elegir de las audiencias e imponer las elecciones de gustos y experiencias de quienes ingresen a esos espacios, como le pasó a El Pitazo el 27 de octubre de 2020 en su canal de YouTube.

Ante ese escenario, el periodismo del futuro debe preparar una respuesta.

Alternativas locales, descentralizadas y desapropiadas

Parte de esa respuesta se elaboraría en los espacios públicos. El 19 de diciembre de 2019, en las calles de una comunidad del oeste caraqueño, vimos lágrimas abollarse en los ojos y gargantas sorprendidas ahogar gritos. Unas 25 personas, entre mujeres y hombres, presenciaban el monólogo Muñeca en Fuga, obra inspirada en el perfil periodístico de Kenny Finol, trabajadora sexual asesinada por su expareja en febrero de 2018, en Ciudad de México. Ese femicidio formó parte de las historias contadas en el especial hecho en alianza entre medios venezolanos y mexicanos, ganador del Premio Gabo 2019, en la categoría Innovación.

Antes de concretarse en un monólogo, la historia recorrió una investigación en México y Venezuela, el análisis de propuestas narrativas y estéticas que dieron con una realización que captó la atención del jurado del premio. El especial Mujeres en la Vitrina se apropió del formato de la página zonadivas.com, donde se exponían como en una vitrina de un centro comercial a las trabajadoras sexuales. Los editores decidimos eliminar las expresiones de venta de sexo y ocupamos esos espacios con las fotos de las siete mujeres víctimas de femicidio que laboraban para zonadivas.com, cinco de ellas venezolanas.

Por eso apostamos al encuentro con el otro, a la cocreación de narrativas que usen los códigos hegemónicos desde lo local, a canales descentralizados y no exclusivamente digitales, que reconozcan la producción de saberes comunales y con énfasis en lo transmediático y performático. Eso pretende ser el monólogo Muñeca en Fuga, pero también el Programa de Formación de Infociudadanos que impulsa El Pitazo desde 2017, que busca dar herramientas a los ciudadanos para que puedan participar en la construcción y divulgación de hechos noticiosos

De este grupo surgió el Consejo de Infociudadanos y ellos, a su vez, ayudan a definir temas de interés colectivo que se discuten en los Forochats de El Pitazo, proyecto generado en medio de la pandemia por la imposibilidad de realizar actividades presenciales, que usa como canal WhatsApp, que pertenece a Facebook.

La singular respuesta del periodismo del y para el futuro pasa por acercarse al camino de la desapropiación conceptualizada por la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, no solo por el intento de participación transmedia de las audiencias, sino también por compartir la remuneración metálica del premio con las familias de los niños que fueron el centro de la historia. 

Así lo hicieron en 2019 los periodistas de El Pitazo, quienes participaron en la realización del gran reportaje La Generación del Hambre. Ese periodismo del futuro debe explorar la interseccionalidad que plantea la antropóloga Mara Viveros, para el reconocimiento de los explotados y excluidos, lo que pasa por un proceso de formación dentro de las redacciones.

La respuesta para y del periodismo del futuro obliga también a, parafraseando a Silvio Waisbord, hacer un hecho más común lo que pasa en Venezuela con alianzas nacionales e internacionales de medios, como por ejemplo Alianza Rebelde Investiga (El Pitazo, Runrunes y TalCual), y el trabajo mancomunado con plataformas de periodismo de Investigación como Connectas, con el objeto de descentralizar los canales y redes de transmisión de la información.

Un puntillazo final es afianzar el periodismo local como parte de esa construcción del periodismo para y del futuro ante el autoritarismo hegemónico digital en ciernes. “Los poderes globales no tienen una inteligencia local”, advierte Vandana Shiva. Desde ese periodismo local no solo se enfrentan los intentos autoritarios y desconocedores de la diversidad, sino que también se erige, como plantea el periodista estadounidense JeffJarvis, un periodismo que ayudará a lograr los objetivos de los ciudadanos conectados en comunidades.


CÉSAR BATIZ | @CBatiz

Periodista egresado de la Universidad del Zulia, especializado en Periodismo de Investigación. Director de El Pitazo.

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