Cada vacación que mi papá, mi mamá y yo salíamos de Tía Juana, en el estado Zulia, en un viaje de 16 horas hasta Miraflores, campamento petrolero ubicado entre Maturín y Quiriquire, en Monagas, una canción sonaba en el reproductor. La melodía venía de un casete comprado a inicios de los ochenta.
“A esta hora exactamente hay un niño en la calle”, cantaba Mercedes Sosa el primer verso. Entonces ningún ruido nos alejaba de las escenas que dibujaba con su voz. En el motor de la ranchera Ford Fairlane 500, año 1975, los pistones seguían su ritmo animados por la combustión de la gasolina, pero aun así no superaban las palabras de la contralto argentina. Parecíamos feligreses escuchando una misa.
La intérprete llenaba nuestro silencio. Nos cantaba a nosotros, a nuestra historia familiar, a la de amigos y a la de los muchachitos que semanalmente tocaban el portón de la casa para pedir una lata de sardina o un kilo de arroz. Pero también nos hablaba de una realidad latinoamericana que con el paso de los años no se ha resuelto. Niñas, niños y adolescentes que viven y mueren debajo de un puente, entre ruinas, y que son víctimas de la violencia policial y de depredadores.
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En nuestra Venezuela pos 28 de julio, el depredador tiene un rango mayor. Deshabilitados de la fuerza de la razón después de perder el favor del voto popular, Nicolás Maduro y la cúpula oficialista optan por el recurso del terrorismo de Estado para mantenerse en el poder, llevándonos a ser testigos de que, a esta hora exactamente, 128 niños, niñas y adolescentes estén en las cárceles como presos políticos.
Hasta el 23 de agosto, eran 129, de acuerdo con Foro Penal, pero este viernes 23, en Barinas, un juez le dictó medidas cautelares a un muchacho de 15 años que duró 21 días tras las rejas, acusado de terrorismo.
Cinco días antes de la decisión judicial, sufrió una parálisis facial y lo trasladaron a un hospital. Su padre, quien se encuentra fuera de Venezuela, inició una campaña para lograr su liberación, apoyado desde adentro por el resto de la familia, organizaciones de derechos humanos y los medios de comunicación. Hoy no podemos decir que quedó en libertad, porque el adolescente debe presentarse cada ocho días en el tribunal y tiene prohibición de salida del país.
Mientras, entre las rejas siguen 128 más, y con ellos los padres, hermanos y familiares que procuran la comida, el agua y otras ayudas para los detenidos, casi en su totalidad personas de estratos muy humildes de la población, que sin estar tras los barrotes, son también presos del terrorismo de Estado.
“No conozco un caso de procesamiento de adolescentes por legislación antiterrorista en Latinoamérica. La dictadura venezolana marca un nuevo hito de barbarie y dolor. Secuestrar a un niño, desmoviliza y aterra a la familia, vecinos, amigos. Esa es la lógica; por eso tanto ensañamiento con este segmento vulnerable de la población”, comentó el exfiscal Zair Mundaray en un reportaje publicado por El Pitazo el 20 de agosto.
Eso ocurre porque el terror es el arma más eficiente que les queda a los miembros de una cúpula. Ellos lucen cansados, sin ritmo ni gracia, caminado sobre una mesa de cristal que no soporta el temblor de las cacerolas o el sonido del canto o del reclamo por los niños, niñas y adolescentes presos políticos.
Esta semana, la ONG Provea presentó un informe basado en la información que el mismo oficialismo proporciona con vanagloria: 2.400 detenidos en 16 días. Los cálculos de la organización defensora de derechos humanos indican que Maduro ha superado las cifras de la represión ejercida por las dictaduras militaristas del Cono Sur; por ejemplo, la de Augusto Pinochet, que no llegó a tener 150 detenidos diarios entre septiembre y diciembre de 1973, como sí los ha tenido Maduro.
De esa década de dictaduras en el Cono Sur, y en especial en Argentina, viene la interpretación de Mercedes Sosa de Canción para un niño en la calle. En el año 1979, en plena dictadura militar, la cantante grabó el poema escrito en 1955 por Armando Tejeda. Aquel casete que sonaba en la ranchera Ford Fairlane 500 de mi papá llevaba por título Serenata para la tierra de uno, pero guardaba aquellos versos que ahora recuerdo.
La última vez que Mercedes Sosa grabó esa canción fue en el año 2009, acompañada de René Pérez, el Residente de Calle 13. Si hoy alguien la grabara, sugeriría cambiar el primer verso, porque en Venezuela: A esta hora exactamente hay un niño en la cárcel.
Canción para un niño en la calle (Con Calle 13)