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domingo, 13 octubre, 2024

En medio de dolor despidieron a Martha Campos en el Sur del Lago

Habitantes de Colón expresaron que el conductor ebrio que arrolló a la cajera de la Alcaldía local, debe pagar con cárcel por el arrollamiento. En el día de la Chinita hubo tristeza en ese poblado del Sur del Lago

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San Carlos de Zulia. «Todavía estamos en shock», se refería Eliana Calderón, una trabajadora del área de la salud en Santa Bárbara de Zulia, en medio del sepelio de Martha Laura Campos, de 36 años, quien murió tras ser arrollada por un conductor ebrio el domingo 17 de noviembre en el municipio Colón.

Cerca del mediodía del lunes 18 de noviembre, día de La Chinita en la región, el cuerpo de la cajera de la Alcaldía de la zona, fue llevado a la casa de su suegra, en la calle 9 del sector Andrés Eloy Blanco. La familia decidió velarla sellada. Una frase retumbaba tanto en la sala como en la carretera, sobre el autor de la tragedia: «que pague con cárcel».

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Se referían a Franco Montero Soto, quien bajo efectos del alcohol arrolló a Campos, a una cuadra de esa residencia. Ella según vecinos, fue a casa de su madre. También le habría llevado un obsequio a una comadre. «Que lo pague con todo el peso de la Ley», posteó Ricardo Arocha», amigo de la fallecida. El responsable permanece en custodia de policías de tránsito de la PNB.

Mujer, esposa, amiga y trabajadora excepcional, así la describió Nayerling Sarcos, quien atribuye esta muerte al descontrol de un hombre borracho. «Debe pagar este crimen que cambia la vida de una familia», opinó en Instagram.

«Esto es indescriptible», gemía Egla Angarita, suegra de la víctima. Ella fue concejala de la parroquia San Carlos. Su hijo, César Molina, era pareja de Martha. Tenían 20 años de unión sentimental. Procrearon dos hijos. El menor, de 7 años, iba con la chica al momento del accidente. Por instinto y fortuna ella logró empujarlo antes de ser embestida y aplastada en la esquina de Simeón, entre las calles 8 y avenida 7 del sector de la capital colonense. Allí el automóvil, un Spark gris fue destrozado y al chofer, Franco Montero, lo apedrearon. Luego llegaron hombres a intimidar a los vecinos durante la funesta noche.

El auto con que fue arrollada fue destrozado por vecinos. Foto Edwin Urdaneta

Mientras que en la morada, junto a tres coronas floreadas estaba Marisol Pérez, madre de la arrollada. «Yo la vi tan bonita, la vi como era ella con su encanto», lamentaba sollozante. No había una palabra que la alentase. Martha tenía cinco hermanos. Dos viajaron desde Colombia para despedirla y otro, un sargento, se trasladó desde Caracas.

Al finalizar la tarde del lunes las coronas de flores ya era cinco. El dolor estremeció la cuadra cuando Eglis Molina, la cuñada de Martha, llegó desde Maracaibo en un vehículo azul. Se preguntaban los deudos «¡¿por qué?!», se abrazaban y miraban al cielo con lágrimas en sus ojos. Sus compañeros de la Alcaldía, del área donde procesan los impuestos, también estaban incrédulos y consternados. Jefes, personal y demás amigos, acompañaron durante las primeras horas de duelo que significó la pérdida lamentable la noche de un domingo, donde debía haber restricciones para el expendio y consumo de bebidas alcohólicas en esa jurisdicción zuliana.

En la noche del lunes 18 de noviembre, al mismo momento cuando en una parte de Santa Bárbara de Zulia había gaitas, fuegos artificiales destellando en el oscuro cielo y alabanzas por la patrona mariana, la virgen del Rosario de Chiquinquirá, en el hogar de Los Molina Angarita el número de personas que acudía a dar el pésame aumentaba.

En la mañana de este martes 19 de noviembre el féretro fue llevado a unas cuadras más adelante, en el conocido callejón de Ropa Sola, donde Martha se crio junto a su abuela en la misma ciudad gemela San Carlos de Zulia.

Tras los rezos y servicios religiosos, fue transportada para su sepultura en el cementerio José Gregorio Hernández, en medio de la frustración ante la vida que cobró un hombre ebrio ante el volante, ante una familia sin consuelo, por la partida de una mujer con familia pero ahora con sueños desvanecidos. A familiares y amigos les tocó despedir de otro modo a la carismática Marthica, como todos le decían en la Alcaldía de Colón, donde ella laboraba en el cubículo de facturación de la que fue Taquilla Única, donde pasó más de la última década de su vida luchando por la subsistencia de sus seres amados.

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