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Caracas. Es el segundo de cinco países centroamericanos que se proponen cruzar para llegar a Estados Unidos, la que consideran la tierra de las oportunidades. Pero antes deberán también sortear los obstáculos que impone México a la migración irregular.
En las calles de San José, capital de Costa Rica, el venezolano Saúl Lacruz, de 30 años, junto con su esposa Anna y sus dos hijos de 8 y 14 años, venden dulces en el bulevar de avenida central. Es lo que hacen desde hace 10 días para reunir unos $200. Necesitan comer algo. El dinero les servirá también para comprar los pasajes y llegar a Nicaragua, su próxima parada en la ruta a Estados Unidos.
Son una familia de venezolanos que salieron con vida de la selva fronteriza del Darién, entre Colombia y Panamá. Sin embargo, Lacruz contó a La Nación que en esa peligrosa ruta migratoria perdió los $6.000 que reunió en Venezuela con la ayuda de familiares.
“Nos asaltaron, un grupo como de 11 personas armadas. Perdimos todo, el dinero, la comida, la medicina, la ropa. Tuve que darles todo, era eso o podían violar o matar a mi esposa. Les tuve que dar todo”, relató el sábado 6 de agosto.
Forzados a irse
Lacruz aseguró al periódico costarricense que se vio forzado a salir huyendo de Venezuela porque se negó a seguir las órdenes de sus superiores. Es teniente de bomberos. “Fui torturado, me quitaron la casa, me quitaron el carro, me expropiaron mis bienes porque no estaba de acuerdo con decisiones políticas como ir a matar personas en ambulancias”, afirmó a La Nación.
A Costa Rica llegaron agotados. Señaló que su paso por Panamá fue demoledor: la familia tuvo que caminar más de 200 kilómetros para llegar a la frontera debido a problemas con el transporte por las protestas contra el Gobierno de Laurentino Cortizo.
“Dormíamos en estaciones de servicio, donde fuera. Los niños están tranquilos mientras están con uno; a veces lloran, yo nunca me imaginé estar ahorita aquí en la calle”, manifestó a La Nación. Al igual que la familia de Lacruz, los venezolanos María Paz Muñóz, de 18 años, y su novio, Eliomar Agüero, de 29 años, venden dulces en las calles de la capital costarricense para hacerse de un dinero que les permita seguir su camino a Estados Unidos.
Manifestaron a La Nación que vestían ropa que les habían regalado. Todas sus pertenencias y los $1.300 que reunió tras vender su casa se los robaron en la selva del Darién. “A María casi se la lleva una corriente”, sostuvo Agüero, quien señaló que dejó atrás a una Venezuela desgarrada por la inflación.
“Deje allá a mi mamá y mis dos hijos, un sueldo en Venezuela no alcanza ni para comprar harina. Ahora, de pueblo en pueblo, hemos vendido caramelos para juntar dinero para seguir adelante en el camino, hemos dormido en plazas y calles. Ayer (viernes), dormimos en una plaza frente a la iglesia en Pérez Zeledón, ahí tomamos un bus que nos trajo hoy aquí. La gente nos regala comida o alguna ropa”, contó el hombre que se desempeñaba en el sector de la construcción en su país.
Los venezolanos dijeron que su plan es llegar a México, cruzar el río Bravo y entregarse a los autoridades migratorias de Estados Unidos para solicitar asilo.
Venezolanos que ayudan a venezolanos
Los venezolanos representaron en marzo el 50% de todos los cruces por Paso Canoas, en Costa Rica, una pequeña población fronteriza con Panamá, según el Monitoreo de flujos de personas en situación de movilidad por las Américas elaborado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Paso Canoas fue precisamente la puerta de entrada a Costa Rica de la familia Lacruz. El informe de la OIM de marzo de 2022 revela que el número de venezolanos en tránsito por tierra por Costa Rica aumentó 87% de diciembre (857) a enero (1.601), 20% en febrero (1.921) y 26% en marzo (2.418).
Los venezolanos reportan a la OIM que entre sus necesidades más apremiantes en su paso por Costa Rica están el acceso a alimentación, a salud y la seguridad. Esto lo sabe muy bien una familia de venezolanos en San José que se ha dedicado en los últimos tres meses a ayudar a los compatriotas que llegan al país centroamericano con una mano atrás y otra adelante, y sin redes de apoyo.
Bajo el nombre Hermanos sin fronteras, esta familia venezolana ha visto crecer el número de compatriotas que llegan en precarias condiciones a la capital de Costa Rica. “La ayuda se inició en casa; eran grupos que veíamos en la calle pidiendo comida, dinero, con niños en brazos y decidimos ayudarlos brindándoles el almuerzo, llevándolos a nuestra casa para bañarse”, contó a El Pitazo uno de los integrantes de este grupo familiar, que solicitó resguardar su nombre.
Pero la familia venezolana debió cambiar su estrategia de apoyo. “Un día teníamos a más de 30 personas en casa, esto nos ocasionó un problema con los vecinos”, añadió. Ahora, acuden a los terminales de autobuses Tracopa y 7-10 en San José a llevarles a los compatriotas comida, medicinas y ropa.
El vocero de Hermanos sin fronteras calcula que atienden a diario a más de 150 venezolanos, sobre todo en la noche, cuando ya han llegado los autobuses de Panamá. Duermen afuera de los terminales de autobuses, a falta de un lugar donde alojarse.
“El incremento es notable, al día pueden llegar más de 10 autobuses. Nosotros apenas atendemos a los que llegan en la noche, son los últimos autobuses prácticamente”, añadió. Indicó que en casos especiales (adultos mayores, niños y mujeres,), los contactan a través de la página de Facebook.
“Les enviamos nuestra ubicación y llegan a nuestra a casa a bañarse, cambiarse de ropa, comer y lo que necesiten en medicinas para bajar la fiebre; antialérgicos, para las picaduras, diarrea y vómitos. Los ayudamos en lo que podemos”, detalló el vocero de Hermanos sin fronteras.
Marcelo Solano, director de la Policía Municipal de San José, dijo a La Nación que ha visto un flujo inusual de familias enteras de venezolanos en las calles de la capital tica, con bebés recién nacidos o adultos mayores. Añadió que hay dos albergues que ya se encuentran llenos.
“Tenemos un fenómeno migratorio venezolano que está siendo visible en las calles de San José. Están como habitantes de calle en la avenida central, la avenida segunda, cerca del parque La Merced, cerca del mercado de la Coca Cola; en las inmediaciones del Paso de La Vaca; algunos han solicitado ayuda para tener refugio una o dos noches mientras esperan en el país a paisanos que vienen de camino, otros recogen dinero para seguir su camino”, relató al periódico costarricense.
A las 5:30 am, después de reunir el dinero necesario, los venezolanos pueden subirse a un autobús en el terminal 7-10 para seguir el viaje a Nicaragua, su próxima parada camino de Estados Unidos.
Con información de La Nación y DTM de la OIM en la Plataforma R4V