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jueves, 28 marzo, 2024

La psicóloga venezolana que sale de la bruma en Perú

Emigró a Perú en 2018 con su título de psicóloga bajo el brazo, pero es a los tres años y medio que la venezolana Kellys Moreno corona un proceso para el ejercicio de la profesión que fue todo un reto. Hoy, la caraqueña confía en acceder a mejores oportunidades de empleo

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Caracas. Kellys Moreno no cabe en sí de alegría. Es una de los 45 psicólogos venezolanos que el sábado 29 de marzo salió de la bruma en Perú: la caraqueña obtuvo la colegiatura, el último paso para ejercer su profesión y salir del subempleo en el país andino.

“Ahora se abren las puertas para ejercer mi profesión y, por añadidura, mejorarán mis ingresos. Es un logro que dedico a mis padres, a mis hijos, a Venezuela”, expresa la psicóloga egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 2001.

El año pasado, en 2021, consiguió realizar la convalidación del título de psicóloga ante la Superintendencia Nacional de Educación Superior (Sunedu). Así, luego de tres años y medio en Perú, la venezolana corona un proceso para el ejercicio de la profesión que fue todo un reto.

Ella, al igual que los otros 44 psicólogos venezolanos ya colegiados, contó con el respaldo del Consejo Mundial de Cooperativas de Ahorro y Crédito (Woccu), la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), la ONG Unión Venezolana en Perú (UVP), la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Fundación Acción Contra el Hambre. De lo contrario, la caraqueña afirma que hubiera sido imposible conseguir el reconocimiento de su título profesional en Perú.

¿La principal piedra de tranca? En su caso, el precio del trámite de reconocimiento del título en la Sunedu. Son 325 soles, equivalente a 97 dólares, pero antes de 2019, cuando quiso intentarlo, llegaba a 645 soles o 193 dólares. Ni por asomo disponía de ese dinero. Para colmo, Moreno debía colegiarse también para poder ejercer. ¿El precio del trámite de la colegiatura? 1.380 soles o 414 dólares.

El centro de pensamiento Equilibrium Cende identificó en mayo de 2021 una serie de barreras que enfrenta la migración calificada venezolana – en muchos casos forzosa – que ha decidido instalarse en ese país en busca de mejores horizontes.

Bajo el título Migración calificada en contextos de desplazamiento. Avances y retos para la integración profesional de población venezolana en Perú, el centro de pensamiento expone dificultades como su condición migratoria, los documentos con los que llegan de Venezuela, sus bajos recursos económicos, la dificultad de invertir tiempo, la desinformación, las diferencias entre sus carreras profesionales en Venezuela respecto de Perú y su vulnerabilidad general.

Más tarde, en agosto de 2021, Equilibrium Cende lanzó los resultados de una encuesta realizada a 515 venezolanos mayores de 18 años: determinó que cerca de 9 de cada 10 no ha logrado el reconocimiento de sus certificaciones educativas. «Ello supone una barrera adicional para lograr el ejercicio de la profesión en Perú”, añade el centro de pensamiento tras señalar que, en promedio, el nivel educativo de los migrantes y refugiados venezolanos en Perú es superior al promedio de la población local: 47% ha completado estudios superiores técnicos o universitarios.

Subempleo: la opción laboral

Kellys Moreno aceptó trabajar por horas ganando algo de dinero apenas llegar a Lima en septiembre de 2018. Le urgía generar ingresos para pagar el alquiler y enviar dinero a sus hijos de 10 y 16 años que había dejado en Venezuela. También a sus padres.

“Antes de emigrar a Perú había enviado varios currículos a través de una amiga que se encontraba allá. Una empresa se contactó con ella y cuando llegué fui a la entrevista. Mostré mis documentos y me preguntaron si estaba colegiada; yo les dije que no, que iniciaría los trámites. Me aceptaron para dar refuerzo académico y no como psicóloga, ya que no estaba colegiada”, recuerda.

Entonces, Moreno también se vio forzada a repartir volantes y a desempeñarse como animadora y facilitadora en otra compañía. Además de mal remunerado, el trabajo en ambas empresas solo duró tres meses. Necesitaba más dinero. Así que, junto con su amiga, también vendía arroz con leche en el mercado Ciudad de Dios de San Juan de Miraflores en la capital limeña.

En algún momento consiguió empleo a tiempo parcial en otras dos empresas. Tampoco recibió un pago acorde a su experiencia profesional. Y las cuentas ya no daban. Sin embargo, su suerte no tardó en cambiar: se dedicó a vender diferentes productos y fue contratada por Acnur para desarrollar un proyecto por tres meses. El dinero que le entra lo destina a comprar más mercancía para la venta.

«De esta manera me he mantenido. No he logrado grande sumas pero he podido cubrir lo básico y mandar dinero a mis hijos y el resto de la familia. Así han transcurrido 3 años y medio en Perú. Durante todo ese tiempo estaba pendiente de legalizar mi título en el Colegio de Psicólogos, pero no podía por la situación económica«, explica la caraqueña.

Óscar Pérez, presidente de Unión Venezolana en Perú, confía en que Moreno, al igual que el resto de los psicólogos criollos que acaban de colegiarse, contribuirán a cuidar la salud mental de los peruanos, más aún en tiempos de pandemia.

Afirma que Perú cuenta con un psicólogo clínico por cada 10.000 habitantes, por lo que los profesionales venezolanos tendrán la oportunidad de ayudar a satisfacer una demanda insatisfecha. Es también la apuesta de Kellys Moreno, quien espera acceder pronto a un empleo compatible con su calificación profesional en Perú. «Aquí estoy para aportar a la vida de las personas de manera positiva desde mi profesión», sostiene.

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