Por Daniela Goncalves (*)
Caracas.- Hace cinco años, el sueño de un venezolano de tener su propio restaurante llegó a España. El caraqueño Ángelo Bello emigró a Madrid con la ilusión de crear su propio negocio y con la convicción de trabajar en lo que fuera necesario para reunir los recursos que necesitaba para lograrlo.
La situación económica y social que atravesaba Venezuela en 2017 lo hizo tomar la decisión de emigrar, a sus 34 años de edad, junto a su esposa e hijos, de cuatro y siete años. El venezolano contó a El Pitazo que al principio tuvieron que vivir en casa de unos familiares.
Caraqueños necesitan más de 100 dólares para preparar 50 hallacas en esta Navidad
Bello asegura que buscaba cumplir su sueño de tener un local de comida campestre, pero sabía que lo primero era buscar cualquier otro empleo que le permitiera obtener dinero. “Como todo migrante debes hacer lo que te salga porque es muy difícil que llegando a otro país comiences en el área que dominas o tu profesión”, agregó.
Su primer trabajo fue buzoneando para una clínica dental, encargándose de introducir la publicidad del establecimiento en los edificios de la zona. Un mes después también comenzó a atender un call center, los fines de semana.
El caraqueño, quien creció en San Fernando de Apure, expresó que su trabajo como cartero le permitió conocer, en 2018, a un español que le ofreció ser embajador de su panadería Montipan. Fue así como logró tener su primera panadería, pues no solo le brindó empleo sino que le prestó dinero y le facilitó proveedores.
Tan solo un mes después de haber iniciado el emprendimiento, se dio cuenta de que los productos que integraban su menú “no eran suficientes para captar la atención de la gente que pasaba por la calle”, es por ello que decidió también incluir productos venezolanos como cachitos y golfeados.
“Ahí fue cuando el negocio empezó a despegar como era, porque empezaron a llegar los venezolanos de toda Madrid a probar los mejores cachitos”, destacó.
En 2019, decidió que era momento de construir su propia marca, que se enfocara en su producto estrella: el cachito. Bello creó una cafetería-panadería llamada La Cachiterie, en la que las personas podían ir a degustar desayunos con sabor venezolano.
La pandemia utilizada como oportunidad
La pandemia no fue impedimento para continuar trabajando por su sueño, ya que trasladaba sus productos hasta sus clientes en una moto. De hecho, afirma que durante el confinamiento vendían mucho más que cuando levantaron la cuarentena.
Cerca de su local instalaron el Hospital de Ifema y, con el fin de apoyar al personal sanitario que trabajaba sin descanso en el lugar, empezaron a donar cachitos y panes a los profesionales de la salud.
A pesar de su éxito, con el pasar de dos años el concepto y nombre de La Cachiterie se transformó, dando paso, en 2022, a Palo y Chamiza (@paloychamiza), un local de comida que se acerca más al sueño con el que emigró: tener un negocio al estilo campestre.
Venezolano en Colombia diseña lámparas y las comercializa en más de 20 países
De jueves a domingo, el local se convierte en un restaurante de comida criolla en el que las personas pueden degustar cachapas, chicharrón y sopa. Además, por ser un lugar espacioso, se pueden realizar pequeñas celebraciones.
De acuerdo con lo que comenta el caraqueño, lo que más le gusta a los españoles son los tequeños y las mini empanaditas.
Bello se formó como militar en Venezuela, pero al tercer año de graduado decidió irse de baja. En Caracas, logró tener por tres años una cafetería en El Paraíso, hasta que le llegó la oportunidad de asociarse con unos portugueses en su panadería.
Entre sus metas se encuentra que Palo y Chamiza tenga una sede campestre en las afueras de Madrid, donde cuente con cabañas y granja de contacto para los más pequeños.
(*) Programa de Formación de Nuevos Periodistas