Sebastián Molino vive en la zona oeste de Maturín y es uno de los ganadores del concurso Hagamos la tarea juntos, promovido por El Pitazo y UNICEF. A sus 16 años de edad considera que tiene las herramientas para sobreponerse a una depresión

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En medio del estresante ruido de un camión, la voz de Sebastián transmite calma. Su tono pausado te lleva a conservarla. Se le escucha a pesar del tapabocas negro que usa, aun cuando está en su casa. Le cuesta mirar de frente porque está nervioso. Es la primera vez que concede una entrevista: es un doble ganador y eso tiene méritos.

Sebastián Molino es un joven de 16 años de edad. Vive en el oeste de Maturín, capital del estado Monagas, oriente de Venezuela. Estudia cuarto año de educación media y es el ganador del tercer lugar del género relato del concurso Hagamos la tarea juntos, promovido por El Pitazo y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

También es un ganador porque logró vencer un episodio de lo que él considera que fue una depresión tras perder a su mascota. Lo define como una etapa de un inmenso estrés en la que no comprendía por qué no había una persona dispuesta a escucharlo después de que él lo hizo con más de 30. “Yo decía: ‘Si ya ayudé a muchos, ¿quién me ayuda a mí. Si di mi ayuda, ¿por qué nadie lo hace conmigo?’ No lo entendía”, reflexiona.


Escuchar a alguien es un acto de humanidad

Sebastián Molino

Un día comprendió que la solución la tenía en sus manos: la fuerza de voluntad. Es una receta que quiere compartir: “Hay que hablar con uno mismo. Tienes que contarte por lo que estás pasando, porque algo en ti te va a responder y te dará la fuerza de pararte, aunque sea por un momento. Te dará la energía que necesitas y poco a poco saldrás de esa situación. Poco a poco se entenderá que la solución está en nuestras manos”.

El texto con el que ganó es el resultado de querer sentirse escuchado. Quiso mostrar sus experiencias desde que se inició la pandemia, en marzo de 2020, en Venezuela, y lo logró siendo él, hablando en primera persona. “Fue el momento de buscar que me escucharan, pero también de lograr mi objetivo, que era ganar en este concurso, porque antes no lo logré”, insiste.

Cuando escribió su historia ya había pasado un año desde que participó por primera vez en el concurso de El Pitazo y UNICEF. Entonces, en esta ocasión basó su relato en todo lo que ha vivido durante la cuarentena y lo segmentó haciendo símiles con algunas películas. Confiesa que En busca de la felicidad, en la que Will Smith es el protagonista, es la trama perfecta para ejemplificar los difíciles momentos que pasó mientras el virus nos obligó a estar encerrados en casa.

Ser uno mismo

Sebastián se define como un joven autodidacta. Consume pocos tutoriales de YouTube, y cuando lo hace es para algo en específico, como ver una técnica de dibujo. Con el autoaprendizaje supo qué debía corregir en su nueva historia para presentarla al jurado. ¿Cómo lo hizo? Leyó los relatos de los concursantes de la primera edición del premio y luego concluyó que lo mejor sería mostrarse como es.

“En el texto anterior busqué la perfección para contar las experiencias de los estudiantes durante la pandemia y no me resultó. Quise saber qué había pasado. Leí los otros relatos y me di cuenta de que el mío no estaba mal, solo que yo no contaba mi experiencia. Los textos que ganaron eran excelentes”, recuerda.

Esa historia la desarrolló en tres días. La ganadora le tomó una noche. “La diferencia es que esta vez fui más yo escribiendo, me sentí más cómodo, sin presión. Dividí mi vida en capítulos y así lo plasmé. Escribo naturalmente, no se me complica porque puedo seguir el hilo de una historia fácilmente”, explica.

Tanto le gusta contar historias que lo hace en una página en Facebook que lleva junto a su novia, la persona especial de la que habla en su texto. Esas historias le han servido para ayudar a las personas. Con ellas Sebastián sirvió, aunque no le gusta el término, como guía de algunos jóvenes que pasaban por el episodio que él logró vencer.

“Escuchar a alguien es un acto de humanidad”, manifiesta. Dice que al escuchar con detenimiento a las personas no solo pudo ayudarlas a solventar algún conflicto, sino también a contar nuevas historias, que fueron ilustradas por su novia.

Aunque coquetea con la escritura sin tener un autor como referente, este jovencito también quiere estudiar medicina, no para lucrarse, sino para ayudar a la gente con sus problemas de salud. Y aunque tiene claro que es una carrera sacrificada, cree que vale la pena hacerla por el bien de la humanidad.

Le dedica su premio a su yo del pasado, porque ese Sebastián no comprendía que a veces los fracasos son necesarios para obtener grandes recompensas. Cree que contando un pedacito de su vida, alguien se identificará con él.

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