Caracas.- Usuarios de la línea de transporte que cubre los tramos de El Hatillo, La Unión y Baruta se ven obligados a pagar tarifas no oficiales para poder ir a sus casas. Los avances y trabajadores de las unidades suscritas a estas rutas imponen montos considerados a partir de los costos de los presupuestos de sus carros, que se cotizan en dólares.
En la Línea Sureste, como se denomina el servicio de transporte, los propios fiscales y conductores admiten que el costo del pasaje fue ajustado recientemente por ellos, sin contar con el aval de una Gaceta oficial en la que el Ministerio de Transporte avale el precio.
«1.500 dólares cuesta reparar un motor y hasta 70 dólares una lata de aceite. Entonces nosotros no podemos trabajar a pérdida porque los repuestos son cotizados en dólares y cuando se para un carro pueden pasar hasta cinco meses y ese carro oxidándose», fue como se justificó Pedro Rojas, fiscal de una de las seis rutas de este colectivo de transportistas.
Rojas, encargado específicamente de dirigir el tramo Chacaíto – El Hatillo, apuntó que el pasaje fue subido de 400 bolívares a 900 bolívares para mejorar las ganancias de los avances y dueños de camionetas y lograr viabilizar nuevamente el negocio.
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Esto fue reafirmado por Andrés Vera, conductor de esta unión, para quien el trabajo en la línea representa simplemente «una manera de rebuscarse», pues solo gana de 30.000 o 40.000 bolívares diarios por un día entero de trabajo que implica cinco viajes diarios de media hora cada uno.
«Creo que es justo lo que cobramos, porque hay líneas más cortas que cobran mucho más», explicó el chofer, cuyo trabajo principal consiste en el transporte privado que le genera mayores ganancias. «Uno usa esta ruta para tener efectivo», aseveró.
En El Hatillo, el fiscal de la línea que prefirió omitir su nombre, indicó que esta línea cubre seis rutas en total que incluyen los trayectos: Hatillo- El Silencio; El Hatillo-Chacaíto; Chacaíto- Baruta- La Trinidad; La Trinidad- El Silencio, Chacaíto- Baruta y La Trinidad El Silencio, y que para ello tienen 172 unidades inscritas, de las cuales solo unas 55 están funcionando y no suman más de 12 en cada tramo.
«Tenemos un cementario de carros, porque se paran por caucho, por batería, por cualquier cosa. Es muy difícil, pero aquí hay carros que trabajan con cauchos que no están aptos para esas carreteras tan malas que recorremos», dijo.
La otra parte
Aunque los usuarios difieren sobre la pertinencia en el aumento del pasaje, muchos consideran que elevar al doble el costo es «un exabrupto». En la parada de Chacaíto, los usuarios que hacían cola para subir hacia El Hatillo este martes 28 de mayo, opinaron al respecto.
«Ellos (los transportistas) hacen lo que les da la gana. Yo soy de la tercera edad y siempre debo pagar completo porque si no, no me dejan subir… De 400 bolívares subieron a 500. El viernes llegamos y ya eran 900 bolívares. Yo tengo 15 años viviendo en El Hatillo y siempre han actuado como mejor les parece», contó la señora Concepción Poleo, de 75 años.
Por su parte, Oliver Alvarado califica el aumento como «una grosería» y expone que además de las dificultades para conseguir efectivo, quienes ganan sueldo mínimo no podrán pagarlo. «Esta línea aumenta, pero no funciona bien y además no hay suficientes carros ni funciona el Metrobús», aseveró.
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Un joven universitario, Eduardo Pérez, hizo la cuenta mental y refirió que los hatillanos que usan esta línea, que además es la única activa, deben gastar 20.000 bolívares semanales, lo que equivale a 50 % del salario mínimo.
En la parada de El Hatillo las quejas no son distintas. Aunque algunos ciudadanos, como Andrea López, defienden el aumento bajo el argumento de que «900 bolívares no alcanzan para nada y esa gente si acaso se podrá comprar un almuerzo con lo que gana por viajar día y noche».
No obstante, otros se siguen sorprendiendo de las tarifas y aseguran que ni siquiera las visitas de policías a la línea ayudan a que se cumpla lo establecido legalmente. «Abusan demasiado y uno depende solo de estas camionetas para poder salir del pueblo», gritó Isaac Zerpa, mientras se bajaba de la camioneta a pedir dinero a unos amigos para completar el pasaje, ante la mirada de dos funcionarios policiales que no respondieron cuando el fiscal les dijo que la gaceta para cobrar lo que cobran «no ha llegado».