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jueves, 28 marzo, 2024

El día que el chavismo demolió el mural de Carlos Cruz Diez

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La Guaira. Era el jueves 20 de octubre de 2005. Un movimiento inusual de personas se colocaba frente al Muro de Inducción Cromática por Cambio de Frecuencia del maestro Carlos Cruz Diez, la obra cinética que engalanaba el muro perimetral del puerto de La Guaira.

Unos a favor y otros en contra. Un mazazo certero abrió el primer boquete. Otro golpe. Aplausos por un lado y gritos de descontento por otro. El boquete seguía creciendo. El mazo fue a dar a las manos del entonces presidente de la empresa del Estado, Puertos del Litoral Central (PLC), el mayor Pedro Miguel Arroyo.


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El mismo mazo fue tomado por el alcalde oficialista Alexis Toledo. Los que aplaudían esperaban por su turno para dar otro golpe. Los que no apoyaban la euforia demoledora optaron por retirarse.

Y así, entre mazo y mazo, se inició el día en que el chavismo demolió el mural de Carlos Cruz Diez, la obra cinética más larga de Latinoamérica, un regalo hecho al pueblo de Vargas en 1989, que se convirtió en un símbolo, que el gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez prefirió tirar al suelo, en lugar de restaurar.

“Es cierto que el mural estaba seriamente afectado, pero fue una barbarie haber terminado con el de esa manera. Se atentó contra el patrimonio cultural del país, pues el Muro de Inducción Cromática es parte del Catálogo de Patrimonio de Venezuela, que levantó el Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) en 2004. La Guaira perdió parte de su historia cuando tumbaron el mural cinético”, analiza el docente y especialista en arte José Miguel Tablante, al ser consultado sobre la acción realizada hace casi 14 años y que es recordada con amargura tras el fallecimiento de Carlos Cruz Diez.

En ese momento, Arroyo indicó que la medida de colocar rejas panorámicas formaba parte del plan maestro de desarrollo del puerto de La Guaira, que perseguía unificar las instalaciones portuarias con la ciudad costera, teniendo como base la integración visual. El ambicioso plan incluía la construcción de un bulevar turístico, la restauración de la construcción colonial conocida como La Casa de los Ingleses y la recuperación de los silos trigueros, que muestra otra obra del maestro Cruz Diez denominada Cilindros de Inducción Cromática. Ninguna de estas propuestas se realizó.

Un regalo por el cuatricentenario

El Muro de Inducción Cromática por Cambio de Frecuencia fue un trabajo solicitado por la entonces Gobernación del Distrito Federal y el extinto Instituto Nacional de Puertos (INP) por los 400 años de la fundación de La Guaira.

“Para 1989 se organizaron diversos eventos por el cuatricentenario de La Guaira. Entonces se planteó embellecer el entorno urbano engalanando el muro perimetral del puerto y el maestro Cruz Diez presentó el diseño. No cobró por su trabajo, pues dijo que era un regalo para La Guaira y sus habitantes”, recuerda el cronista local, Federico Ortega.

El mural fue proyectado para elaborarse especialmente sobre la superficie plana horizontal de dos kilómetros de longitud y tres de alto, que conformaba el muro perimetral del puerto guaireño, a lo largo del corredor vial de la avenida Soublette. De acuerdo al concepto de la pieza, esta fue concebida para ser observada por las personas que circulan por la avenida, de manera que su desplazamiento produjese en el ojo la sensación de movimiento.

“Tu ibas en el carro y el mural te atrapaba. Mis hermanos y yo apostábamos a ver quién no se mareaba o si podíamos contar la cantidad de palitos y colores que corrían frente a nuestros ojos. Generaciones de varguenses crecimos viendo esa pared como una obra de arte y no como un muro que bordeaba el puerto como un complemento perfecto para los silos”, refiere el macuteño Ernesto Gutiérrez.


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Al estar pintada de manera directa en la pared, el Muro de Inducción Cromática por Cambio de Frecuencia, comenzó a sufrir desgaste. La erosión propia de la lluvia, el salitre y la intemperie, dejaban huella. En 1995, en el mandato del alcalde Lenin Marcano (AD), este propuso al maestro Cruz Diez una alianza para hacer un mantenimiento a la pieza.

“Conseguimos que una empresa privada nos donara toda la pintura, que fue elaborada con las indicaciones del maestro Cruz Diez. Nos reunimos con él y con su hijo en el taller ubicado en La Florida y el accedió a venir a supervisar la intervención, que fue ejecutada por obreros de la alcaldía de Vargas, supervisados por técnicos que habían recibido una inducción en el taller de Cruz Diez», rememora Marcano.

«La obra quedó repotenciada y en conversaciones con él nos decía que mientras se le hiciera mantenimiento y se respetaran sus indicaciones, la obra podía ser mantenida. Era un hombre sencillo y dispuesto a colaborar. El mismo se sorprendía del aprecio que tenían en La Guaira por el mural”, añade Marcano.

Y aunque el mantenimiento le auguraba larga vida al Muro de Inducción Cromática por Cambio de Frecuencia, la naturaleza no se la hizo fácil. Tras las lluvias excepcionales de 1999, conocidas como la Tragedia de Vargas, el mural de Cruz Diez sufrió múltiples fracturas.

“La fuerza del agua tumbó partes del muro y otras se tuvieron que tumbar para que el agua corriera. Luego para evitar que la gente entrara al puerto a saquear se colocó serpentina de seguridad que lo afeaba”, recuerda Gabriel Hernández, quien vivió toda su vida en un edificio ubicado justo frente al mural.

A partir del 2000 el deterioro se apoderó del mural. Partidos políticos, movimientos y el propio gobierno usaba los tramos de ladrillo para colocar nuevas imágenes. Nadie hablaba de recuperación o restauración. La tragedia ponía nuevas variables y su rescate quedó postergado.

Una reja en lugar de la obra de arte

En el lugar de la obra cinética y de los grafitis políticos, la gerencia del PLC inició la colocación de unas rejas panorámicas similares a las instaladas en los espacios de la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda de La Carlota. El costo de la obra, hace 14 años, fue de 710 millones de bolívares.

“Nos cambiaron una obra de arte por una pared de contenedores. No niego que para los guaireños hubo como cierta ilusión de volver a esa etapa en que el puerto era parte de La Guaira y no una instalación dentro de la ciudad, pero eso no se concretó. Ahora cuando uno conduce no hay colores que te entusiasmen sino un muro de metal, los almacenes igual de viejos y con nada relevante que provoque tu interés visual” dice el guaireño Cristóbal López, quien habita en el sector El Gavilán.

Aunque en el momento de la demolición, algunos artistas plásticos de Vargas presentaron una propuesta de recuperación, cuyo costo no superaba los 100 millones de bolívares, la misma fue desechada.

La polémica desatada tras la demolición incluyó hasta fraccionar el muro y colocar piezas regadas en zonas de Vargas, lo que fue desdeñado por el propio Cruz Diez desde París, quien en entrevista concedida días posteriores a la fractura del mural, manifestó su negativa a la idea de fraccionar el muro, pues esa no fue la concepción con la que se diseñó, prefiriendo que lo tumbaran en su totalidad, si esa era la única alternativa ofrecida.

“Fue un regalo, una obra para solucionar un problema urbano, que di al pueblo de La Guaira y que aceptó con afecto, pero, otros que no eran del pueblo la demolieron. Son los imponderables de un país como el nuestro” fueron las palabras del maestro Cruz Diez tras la desaparición de la pieza.

Imponderables como el chavismo, cuyos jerarcas lamentan hoy la muerte de Cruz Diez, pero guardaron silencio cuando la mandarria acabó en octubre de 2005 con el Muro de Inducción Cromática por Cambio de Frecuencia, un obsequio que La Guaira nunca debió perder.

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