Carmen Cecilia vio cómo una corriente de agua arrastró a su hijo Cristóbal José de 5 años. La misma imagen quedó grabada en la mente de la migrante venezolana Alejandra Soto cuando un río enfurecido se llevó a Jennifer, de 31. Ambas madres comparten el mismo dolor e intentan renacer mientras deciden si regresan a su tierra o siguen en busca del sueño americano

Carmen Cecilia guarda dos imágenes en su memoria: los gritos de auxilio de su hijo y su mano hundiéndose en el agua. Ella no pudo sujetarlo, tampoco alcanzarlo. Todo ocurrió tan rápido que hoy no se explica cómo sigue viva y no fue arrastrada por esa corriente que se llevó a Cristóbal José, su único descendiente, de 5 años.

“Ese grito ’mamá ayúdame’ retumba en mis oídos», comenta la mujer de 33 años.

A Cristóbal José se lo llevó un río en la selva del Darién, en octubre de 2023. Carmen Cecilia no sabe el día exacto. Asegura que cuando una persona se interna en ese pasadizo fronterizo entre Colombia y Panamá pierde la noción del tiempo.

“Ahí lo puedes perder todo. Yo perdí lo más valioso que tenía en mi vida y ahora estoy deshecha. Quisiera retroceder el tiempo para no cruzar esa selva, pero es tarde”, comentó a El Pitazo el 27 de noviembre.


Ahí lo puedes perder todo. Yo perdí lo más valioso que tenía en mi vida y ahora estoy deshecha. Quisiera retroceder el tiempo para no cruzar esa selva, pero es tarde

Carmen Cecilia

Carmen Cecilia salió de Venezuela a Colombia la primera semana de octubre de 2023. Residía con su hijo en los Valles del Tuy, estado Miranda. Trabajaba como manicurista en una peluquería, pero un día se quedó sin empleo, porque la dueña decidió cerrar el local, bajo el argumento de que no era rentable.

Confiada en que podía seguir adelante, comenzó a laborar en su casa; no obstante, 3 meses después, la inseguridad ahuyentó a sus clientas, luego de un hecho de violencia que ocurrió a 100 metros de su vivienda. Desde ese momento comenzaron a mermar sus ingresos y decidió emigrar sola con su hijo.

“Se fue con otra mujer”

El papá de Cristóbal José abandonó a Carmen Cecilia cuando ella tenía ocho meses de embarazo. “Se fue con otra mujer”, señaló. La traición la sumergió en una depresión que superó año y medio más tarde. “Fue duro tener a mi hijo sin el apoyo de su padre y pasar el posparto entre lágrimas. Gracias a Dios, mi mamá me cobijó”, manifestó entre sollozos.

Cuando Cristóbal José cumplió cuatro años, la relación entre Carmen Cecilia y su expareja mejoró. Sin embargo, el hombre no aportaba dinero para los gastos del niño. No podía, no tenía trabajo, así que cuando ella le comunicó sus intenciones de irse de Venezuela no puso objeción para firmar el permiso del viaje del menor de edad.

Carmen Cecilia vendió sus pertenencias para costear su travesía y la de su hijo. Abordó un autobús desde el terminal de Charallave, en Miranda, junto a dos primas. Su madre la despidió con nostalgia. Carmen Cecilia le prometió que regresaría a casa, una vez que ahorrara suficiente dinero en Estados Unidos. Nunca pensó que de volver, sería sin Cristóbal José.

El grupo recorrió Colombia en una semana hasta llegar a Capurganá para internarse en la selva. “A partir de ese momento comenzó mi pesadilla. Muchas veces quise devolverme, porque es una zona difícil de transitar, pero nadie quiso acompañarme de regreso. Cuando ocurrió lo de mi hijo, mi desesperación fue mayor. Tardé dos días recorriendo espacios cercanos para ver si lo rescataba, buscaba en las orillas del río; en las piedras cercanas, pero fue en vano”.


Cuando llegamos estaba lloviendo. Era un aguacero fuerte, muy fuerte. Por donde pasábamos era pantano y agua; los ríos aumentaban su caudal en cuestiones de segundos

Alejandra Soto

Carmen Cecilia asegura que hubiese preferido que el agua la arrastrara a ella, pero su destino fue otro. Un hombre, a quien no conocía, la sujetó por el brazo, la lanzó hacia tierra firme y la salvó de morir ahogada.

“Sigo respirando, pero, por dentro, morí con mi hijo”, dice con voz entrecortada.

La migrante venezolana está en un refugio en Ciudad de México. Desde hace tres semanas recibe ayuda psicológica. No tiene claro si quiere regresar a Venezuela o seguir hacia Estados Unidos.

“Envié mi información a través de la App CBP ONE, si no me dan la cita pronto, es probable que vuelva a casa”, indicó.

De acuerdo con el proyecto Migrantes Desaparecidos, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre enero de 2018 y el 2 de junio de 2023 han muerto o desaparecido al menos 258 personas en la ruta del Darién. 41 de ellas eran menores de edad.

Sentimiento de culpa

Alexandra Soto comparte el mismo dolor que Carmen Cecilia. A su hija Jennifer Acuña, de 31 años, también la arrastró una corriente en la selva del Darién. Pero el sufrimiento de Alexandra viene acompañado de un sentimiento de culpa, porque Jennifer no quería emigrar a EE. UU. y ella insistió.

Jennifer tenía seis años trabajando como cocinera en Medellín, Colombia. Su único descendiente, Ángel Eduardo, de nueve años, estaba bajo la tutela de Alexandra en Venezuela, específicamente en Paraguaná, estado Falcón.

Pero Alexandra quería reunir a toda su familia, por ello entusiasmó a Jennifer a viajar a Estados Unidos. En la ciudad de Dallas, al norte de Texas, viven otros tres hijos de Alexandra: dos varones y otra hembra.

Con esa idea en mente, Alexandra y su nieto se marcharon a Medellín a principios de agosto de 2023. En la ciudad colombiana se reencontraron con Jennifer y emprendieron la ruta hacia Turbo, en Antioquía, el 9 de agosto de 2023. Estuvieron en varios campamentos hasta iniciar el recorrido por el Darién. Desde un primer momento la selva la asustó.


Sigo respirando, pero, por dentro, morí con mi hijo

Carmen Cecilia

“Cuando llegamos estaba lloviendo. Era un aguacero fuerte, muy fuerte. Por donde pasábamos era pantano y agua; los ríos aumentaban su caudal en cuestión de segundos”, recordó.

El miércoles 11 de octubre, el afluente había bajado su nivel. Hacía mucho frío y la selva estaba oscura. Alexandra tomó de la mano a su nieto y cruzó. Jennifer venía detrás, a pocos metros. Para el momento, el agua les llegaba más abajo de las rodillas.

Alexandra logró pisar tierra firme junto a su nieto. Enseguida volteó para ver cuánto le faltaba a Jennifer, pero, de pronto, una fuerte corriente arrastró a su hija.

“No fue posible socorrerla. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos”, dice Alexandra en medio de su dolor.

Día y medio después de lo sucedido, Alexandra y su nieto llegaron a Panamá. “Lo sujeté durante todo el trayecto”, dice al referirse al niño y agrega: “Lloré como nunca en el camino; estaba devastada. No podía creer lo ocurrido”.

Después de cruzar cuatro países desde Panamá a México, Alexandra y su nieto llegaron a un refugio en el país azteca, donde aún pernoctan. Para avanzar a Estados Unidos necesita regularizar la documentación del menor de edad. Alexandra adelanta esas gestiones, mientras intenta renacer. Del resto, vive su duelo.

Con colaboración de Jean Carlos Rodríguez

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